Saturday, May 13, 2017

¿Cómo pueden los partidos sionistas oponerse al proyecto de ley de nacionalidad? - Yoaz Hendel - Ynets




El proyecto de ley de nacionalidad es la mayor oportunidad perdida de partidos sionistas como Yesh Atid y la Unión Sionista. Lo que parecía una oportunidad única de mantener una discusión fundamental y seria sobre la definición del Estado de Israel, sin etiquetas de derecha y de izquierda, ha terminado con su oposición automática carente de lógica nacional.

Las comparaciones son siempre odiosas, pero la Knesset actual parece estar caracterizada por unos niveles superiores de populismo y de superficialidad. Escuchando las declaraciones y viendo esas acciones, se comprende bastante bien por qué la confianza del público en el sistema político se esté disipando.

El sistema político parece estar más preocupado por la suerte de la Israel Public Broadcasting Corporation (IPBC), sin que nadie comprenda las diferencias entre las diversas propuestas y la razón de esa pérdida de tiempo y de dinero. Es preocupante ver las arrogantes amenazas que nunca llegan a buen puerto, la cháchara sobre “las formas de la derecha”, y luego para terminar haciendo exactamente lo que quiera la izquierda, y viceversa.

Y era ahora cuando teníamos una oportunidad única para discutir sobre la cuestión de nuestra propia identidad. La ley de  nacionalidad, que he apoyado desde el momento en que fue concebida, podría haber servido como una seria plataforma para discutir sobre esta cuestión esencial si los políticos israelíes hubieran pensado lo mismo.

El proyecto de ley fue aprobado por el partido Kadima hace una década. Avi Dichter, el iniciador de la ley actual, fue también el promotor original. Él fue respaldado por los líderes del partido, entre ellos Tzipi Livni. La idea era simple: Desde el momento que el Estado de Israel no tiene una constitución, los pesos y contrapesos que nos caracterizan deben ser legalmente definidos y reforzados. Israel tiene una ley fundamental sobre la dignidad humana y las libertades y otra importante e influyente ley sobre nuestra naturaleza democrática, pero no existe una definición legal adecuada de nuestro ser como un Estado-nación.

Así es como la Corte Suprema se ha convertido en un inventor nacional de excusas. Cada vez que los palestinos piden la reunificación familiar, el tribunal se opone por razones de seguridad (que evidentemente no pueden ser ciertas en todos los casos, estadísticamente hablando).

Cada vez que los árabes israelíes preguntan, con razón, cómo es que el árabe es un idioma oficial y sin embargo la Knesset publica sus decisiones exclusivamente en hebreo, al igual que los tribunales sólo funcionan en hebreo y los números de las calles están en hebreo, alguien responde algo y murmura una explicación. Siempre vaga, siempre carente de una definición.

La verdad es que al igual que la niebla en la guerra beneficia a las fuerzas guerrilleras y a los ejércitos poco organizados, la niebla retórica es conveniente para un estado en construcción - un estado que no sabe, ni quiere definirse a sí mismo -, y ​​definitivamente no es lógico para un estado que existe desde hace casi 70 años.

Absurdamente, en los últimos años la mayor oposición ha provenido del primer ministro Benjamin Netanyahu más que de cualquier otro. Percibe las leyes básicas como un dolor de cabeza, y es que a los haredim no les gustan, por lo que el sistema político sufre y el proceso requiere de decisiones.

La ideología de Netanyahu está en la ley, ¿pero quién habla aquí de ideología? Y es que como suele suceder, ha llegado en un momento propicio para nosotros. El Netanyahu del año pasado ya no puede decir que no a una ley que discute la forma del Estado-nación, especialmente a la luz de los oponentes.

Al parecer, esto puede ser un motivo de celebración, pero también de preocupación. Y es que esta ley puede originar otros reflejos pavlovianos, ya que hay muy pocos israelíes que parezcan entender su necesidad, y mucho más israelíes y políticos cuyo único deseo es crear polémica y decir al diablo con las leyes.

Mi conjetura es que Yesh Atid o la Unión Sionista prácticamente no están profundizando ni llevando a cabo serias discusiones sobre la ley. Como cuestión de hecho, no me sorprendería que, aparte de Dichter, Netanyahu y los ministros Zeev Elkin y Yariv Levin, tampoco nadie en el Likud haya profundizado demasiado.

Así que por el bien de aquellos que deciden no querer enterarse, aquí están las cláusulas:

El Estado de Israel es el hogar nacional del pueblo judío, un Estado-nación judío y democrático en el espíritu de la Declaración de Independencia.

El himno es el Hatikva, la bandera es de color azul y blanco con una estrella de David, el emblema es una menorá, la capital es Jerusalén, la lengua del estado es el hebreo (el árabe tiene un estatus especial, y sus hablantes tienen unos completos derechos de accesibilidad). 

El Día de la Independencia es el día festivo oficial, aunque el Día del Recuerdo y el Día del Holocausto son también días festivos oficiales. El estado aspira a ser un crisol de las diásporas judías y la Ley del Retorno es oficial. 

Existen derechos religiosos y culturales para todos, independientemente de su religión o nacionalidad. Los días festivos oficiales legales están de acuerdo con el calendario hebreo, y también existen para los miembros de otras religiones en función de su patrimonio.

Y es que, en resumen, los legisladores han tratado de reforzar lo que ya fue abrazado por los fundadores del estado y lo que nos equilibra como un Estado-nación judío y democrático. Aquellos que consideran que no vale el esfuerzo deberían leer la ley por sí mismos.

Puedo entender la confusión y la polémica de aquellos que se oponen a la idea sionista, ¿pero de la Unión Sionista y el Yesh Atid? ¿A qué se oponen exactamente? El populismo alrededor de la ley es perjudicial, pero no es excusa para evitar una seria discusión sobre una ley seria.

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