Wednesday, March 22, 2017

¿Por qué casi un tercio de los judíos americanos apoya a Trump? - Shmuel Rosner



De acuerdo con Gallup, el índice de aprobación del presidente Donald Trump entre los judíos de los Estados Unidos es del 31%. Realmente no es muy alto, pero tampoco es muy bajo. Es casi el mismo porcentaje de los judíos que votaron por Trump. Es decir: los judíos no parecen haber cambiado de opinión sobre Trump. A los que gustaba hace medio año, todavía les gusta. A los que disgustaba, todavía les disgusta. Ellos, como expusieron el Gallup Frank Newport y Alyssa Davis, “están reaccionando ante Trump aproximadamente de la misma forma que los otros partidarios y detractores”. Al parecer, no somos ni más prudentes ni más estúpidos que los otros seres humanos. En esta época son - como el resto - solamente “partidistas”.

Esto significa que el gran susto con relación a la oleada antisemita disparada con el triunfo de Trump no ha tenido un decisivo impacto en la opinión de los judíos americanos. Aquellos que se oponían a Trump fueron fácilmente convencidos de que el presidente tuvo un papel en esa oleada de expresión de odio y violencias, mientras que los que le apoyan o bien no ven esa “oleada”,  o bien no ven ninguna conexión con el presidente electo.

Esto también significa que las acciones de Trump con respecto a Israel, hasta ahora, han tenido poco impacto en sus partidarios y oponentes. Los partidarios - la mayoría de ellos de línea dura - aún no están alarmados por la tan extraña obsesión del presidente por conseguir la paz en el Oriente Medio (o tal vez sus preocupaciones se equilibran con la dureza mostrada contra el anti-israelí Consejo de Derechos Humanos de la ONU). Sus oponentes - la mayoría de ellos en el lado pesimista - aún no están influidos por la inmersión de Trump en el proceso de paz, su aparente intención de dominar la actividad de los asentamientos y su negativa a ser un animador de los radicales derechistas de Israel.

Solamente "partidistas”. Tan decepcionante, y a la vez tan tranquilizador. Los judíos no hacen sus elecciones políticas de manera diferente a las del resto de estadounidenses. Votan por el partido Demócrata porque desean hacerlo. Están convencidos, y por lo tanto están bien capacitados para explicar por qué la suya es la mejor opción. Y por supuesto, podría ser la mejor opción, ya que más de dos tercios de los judíos lo creen así. Pero no es, obviamente, la mejor opción para todo el mundo, como para ese casi tercio de judíos que lo demuestran apoyando a Trump.

Sólo “partidistas”. Y esto, por supuesto, complica las relaciones dentro de la comunidad judía. Cuanto más se polarizan los Estados Unidos, más un diálogo entre partidarios y opositores de Trump parece imposible, más difícil es para los judíos de los dos campos partidistas encontrar un terreno común.

Se puede decir que hay muchos más judíos opuestos a Trump que los que lo apoyan. Y aún siendo cierto, no es toda la verdad. Cuando se tiene en cuenta a todos los judíos, entonces sí, muchos más de ellos se oponen a Trump. Pero el hecho de que los judíos que apoyan a Trump tienden a ser más activos dentro de la propia comunidad judía, y están más intensamente comprometidos con el judaísmo (miren las cifras de la encuesta del Pew), complica la imagen. Dentro de las organizaciones judías, entre los votantes con una fuerte conciencia judía, los campos pro-Trump y anti-Trump se vuelven más equilibrados.

Estos dos campos tienen características específicas y diferentes instintos judíos. El campo anti-Trump es más universalista, mientras que el otro es más tribal. El campo pro-Trump es más ortodoxo, el anti-Trump es más progresista. Estos dos campos tienen diferentes interpretaciones de lo que significa el judaísmo americano judío, y tienen diferentes lecturas de la historia y de los valores judíos. Además tienen diferentes estrategias para tratar con el mundo no judío.

Hace unos meses, Yehudah Mirsky publicó un artículo en The American Interest que, en mi opinión, no recibió la atención adecuada. Mirsky es un judío de una raza relativamente rara: tanto universalista como tribal (al menos, esa es la forma en que entiendo sus puntos de vista). Él es, me atrevo a suponerlo, un demócrata, y parece estar confundido, posiblemente incluso horrorizado, con Trump.

Se sugiere una interesante tesis en su artículo: Que las relaciones entre los judíos americanos y Trump se hacen eco de épocas pasadas de la historia judía: “La candidatura de Trump, ha galvanizado a los antisemitas estadounidenses como nada desde hace décadas, y sin embargo, él es un neoyorkino cuya hija se convirtió al judaísmo para casarse, sí, con un judío ortodoxo. El significado de esto, como ya he escrito en otros lugares, es que el Trumpismo y su enfoque en el Gran Líder ha empujado hacia atrás las políticas judías por siglos, hasta el momento en que lo único que importaba era la relación personal entre el soberano y los comerciantes judíos con buenas conexiones, o en circunstancias menos exaltadas, entre el poritz (barón) y sus útiles intermediarios judíos (schtadlanim)”.

Mirsky no lo dice específicamente, pero deducirlo parece fácil: si las relaciones entre los judíos y Trump son la reencarnación de un pasado judío, es casi natural para los judíos sentirse más cómodos con los judíos del pasado - como judíos ortodoxos - para sentirse cómodos con él. ¿Pero qué les ofrece él y a los otros judíos tribales? La opción atractiva de mantener su identidad separada e independiente, mientras se sienten protegidos por un líder amigo. La otra opción - ser un jugador activo e integrado en la arena política estadounidense - es menos atractiva para estos grupos de partidarios de Trump. Lleva el peligro de una asimilación cultural que acompañaría a la integración política.

Y por supuesto, los judíos tribales ponen más énfasis en Israel que los otros judíos. Israel - el Estado judío - es una causa tribal. Un presidente que defiende a Israel, que lo ayuda, por cualquier razón, es un presidente al que la tribu también debería ayudar. Un presidente que choca con Israel, oponiéndose a sus acciones, criticándolo por ser como es, es un presidente al que la tribu debe oponerse.

El 31% de los judíos americanos aprueba a Donald Trump. Esto no quiere decir que están contentos con todo lo que hace. Esto no quiere decir que piensan en él como el presidente ideal. Esto no significa que no vean sus muchas deficiencias. Esto significa que, en las actuales circunstancias, aceptan sus defectos en un intercambio comercial casi similar: nos apoya y nosotros les vamos a apoyar. Al igual que Trump, estos judíos americanos hablan el lenguaje de los hombres de negocios. Es por eso que le gustan, es por eso que les gusta.

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