Sunday, October 23, 2016

Lectura para progresistas irredentos: Leyendo el Qohelet (el Eclesiastés) en el siglo XXI y ante el mundo que nos rodea - Gerald Steinberg - JPost



El libro de Qohelet (el Eclesiastés por los griegos) que leemos en Sucot es una única y extrañamente ácida composición bíblica.

A diferencia de los libros de Ruth o Esther, no hay héroes y ninguna historia definida. En su lugar, nos encontramos con un hombre (supuestamente un descendiente de David, rey en Jerusalén) llegando al final de sus años y reflexionando sobre sus logros y los de sus semejantes. Abiertamente se habla de la inutilidad y la sensación de vaciedad y sin sentido de la vida,  donde todo es efímero, una generación sigue a la otra, y ninguno de los esfuerzos y logros de toda una vida implican una gran diferencia.

Estas son las palabras (conocidas entre los estudiosos como un ejemplo de literatura sapiencial) que leemos al final del verano, después de que la cosecha se haya completado, cuando, si teníamos suerte, nuestros almacenes y estómagos están llenos, las aceitunas se están convirtiendo en aceite ácido y las uvas en vino. Este es un momento de celebración, pero Qohelet, y los rabinos que decidieron que deberíamos leer sus palabras en Sucot, insertan una dosis de humildad aleccionadora para amortiguar las festividades.

Qohelet presenta lo que muchos comentaristas determinan como una imagen pesimista de la experiencia humana, pero quizás el término realista es mucho más aplicable. Al final, los ricos y exitosos no son mejores que los pobres. Las mejoras, en particular en la naturaleza humana y en la sociedad, son ilusiones. Todo ya se ha intentado antes y "no hay nada nuevo bajo el sol". Junto a la justicia y la rectitud, se produce inevitablemente el mal. Creer lo contrario es un engaño peligroso.

Para los judíos realistas, esos que aceptan la naturaleza humana, individual y colectiva, tal como es, y que recuerdan la historia de los movimientos utópicos y revoluciones que terminaron en desastre, el Qohelet es una afirmación. A lo sumo, podemos trabajar para reducir el sufrimiento a través de pasos cautelosos, con expectativas modestas que puedan traer pequeños éxitos que mitiguen la dura realidad, sin poner en peligro nuestra capacidad para sobrevivir en un mundo peligroso.

Pero, ¿qué pasa con los "progresistas ideológicos", en particular con esos jóvenes idealistas judíos que creen que la raza humana es capaz de evolucionar hacia un futuro mejor, libre de guerras, racismo, odio y otros males? A diferencia del Qohelet, atribuyen el mal, incluyendo la guerra, no a los defectos inmutables de la naturaleza humana, sino más bien a corruptos agentes del poder (por lo general de la variedad capitalista) y a los reaccionarios que explotan a los débiles, pobres e indefensos.

Los progresistas judíos ignoran el realismo del Qohelet y su observación de que para cada momento hay un tiempo, "un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz", un momento de "tirar piedras y un tiempo de servir de blanco", y en contraste con el cinismo del autor, estos progresistas transforman unas distantes esperanzas en verdades firmemente sostenidas, y confunden los sueños con la realidad. Borran o subestiman los peligros que forman una parte inherente de la condición humana, y cuando ocurre un desastre, se sorprenden y se ven superados.

Este idealismo judío fuera de lugar, a menudo bajo la bandera del Tikkun Olam (el concepto místico y cabalístico de reparar el mundo, transformado en objetivos ideológicos), revierte la mayor parte de su energía en contra de Israel. Para este grupo, las políticas de Israel no son las respuestas a un mundo hostil y peligroso, sino más bien el resultado de una manipulación siniestra llevada a cabo por "criminales de guerra" y "racistas" que se interponen en el camino de la paz y la armonía mundial. El primer ministro Netanyahu es representado de forma rutinaria como la encarnación de la maldad y de la injusticia, con el respaldo de unos caricaturescos agentes del poder capitalista como Sheldon Adelson y Haim Saban.

Por otra parte, en su celo, y en contraste con los propios ideales declarados del liberalismo, la tolerancia y el debate veraz, los líderes de esos grupos progresistas judíos al final se convierten ellos mismos en agentes del poder, haciendo alianzas con organizaciones y países inmorales y corruptos.

En la ONU, en los campus universitarios y en los medios de comunicación, llevan a cabo guerras agresivas para silenciar a los críticos, reales e imaginarios. En este comportamiento, las propias ONG's progresistas judías se convierten en agentes de poder, mezclando reivindicaciones morales y prácticas inmorales que también informan el mundo de Qohelet.

En la tradición judía, la descripción realista del mundo no es excepcional. Desde el principio, Bereshit (el libro del Génesis) declara que la naturaleza humana está inclinada hacia la inmoralidad y hacia oscuros instintos animales que nunca están muy por debajo de la superficie. El miedo, la codicia y la desconfianza que conducen al conflicto entre hermanos y a las guerras entre naciones, forman parte de la política del estado de naturaleza, tal como entendieron los filósofos políticos posteriores como Thomas Hobbes.

Los juiciosos fundadores del pueblo judío - Abraham, Moisés e incluso la profetisa Devora - se vieron obligados a ir a la guerra con el fin de asegurar la supervivencia de la nación.

En un ambiente muy hostil, actuaron de una manera por la que hoy en día sería condenados.

La idealización de la paz ha sido y sigue siendo una visión mesiánica, que en el judaísmo se encuentra fuera de las opciones del mundo real.

Hoy en día, al menos, 2.300 años después de ser escrito, el Qohelet sigue siendo un texto inquietante y difícil, sobre todo cuando vivimos de nuevo como un pueblo independiente en nuestra propia tierra, con nuestros estómagos llenos y los sueños mesiánicos haciendo señales. Pero a medida que nos enfrentamos a los meses de invierno, recordar la fragilidad de la naturaleza humana, las realidades políticas de la guerra y de la paz, y las incertidumbres de la vida, son correcciones necesarias.

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