Saturday, December 07, 2013

La cada vez más insoportable correción política (travestida de ingenuidad y de tragedia) de David Grossman



Vengo de tomar algo con algunos "amigos" y no he podido por menos precipitarme al llegar a casa a escribir este post.

La conversación era predecible y bastante sin sentido, por lo que echaba de vez en cuando una ojeada al ejemplar del Global del local. Y en la contraportada he podido ver y releer la nueva, y a la vez archiconocida, entrevista al cada vez más insoportable políticamente correcto David Grossman.

El autor de la entrevista, David Alandete, no es de los peores corresponsales del Global en Jerusalén - ya tenemos cierta experiencia en corresponsales -, pero las preguntas que formula a David Grossman son las que se espera en los "medias de progreso occidentales", es decir, nada que pueda inducir a algún tipo de crítica de la actitud de los palestinos.

No obstante, David Grossman sabe perfectamente cual es la imagen que se espera de él, y tras la imagen de escritor comprometido, y de padre que, desgraciada y trágicamente, ha perdido un hijo en la Segunda Guerra del Libano, no pretende cuestionar en ningún momento el papel que parecen solicitarle los medias progresistas (los judíos son culpables, los palestinos son unas víctimas inocentes que no son responsables de sus propios actos, políticas y decisiones)..

El resto de los tres tenores, Oz y Yeshoshua, al menos se permiten cierta perspectiva crítica del conflicto en su conjunto, Grosman por contra, solamente da aquello que los medias occidentales de progreso quieren oír, la culpa es únicamente de los israelíes y de los judíos.

Echemos un vistazo, por ejemplo, al titular de la entrevista, cuya responsabilidad posiblemente no es achacable al corresponsal del Global, David Alandete, sino a algún redactor afecto a la doxa progresista sobre el conflicto: "Está en la sangre de los judíos ser extranjeros". ¿Qué quieren dan a entender con ello, que los judíos son ajenos y unos extraños a la Tierra de Israel?

Pero qué dice el "ingenuo y biempensante" de Grossman, que por cierto ya debería estar al tanto de cómo las gastan los adeptos a la visión progresista del conflicto:
Este país es un lugar pequeño en el que la gente es ambiciosa, intensa y emotiva. Hay un zumbido eterno al que soy adicto”, dice. “Cuando viajo al extranjero disfruto del silencio unos días y luego echo de menos el ruido, la calidez, la cercanía de la gente, que a veces puede ser agresiva, pero inmediatamente, si la necesitas, se detiene y te ayuda”. Por eso, de las muchas invitaciones que cada año recibe para trabajar permanentemente en el extranjero, Grossman no acepta ninguna. “Antes de Israel, 80 generaciones de judíos fueron extranjeros. Está en nuestra sangre ser extranjeros. Yo, por casualidad, he nacido en un tiempo en el que Israel existe y es aquí donde quiero vivir mi vida”.
¿Les parece que los judíos israelíes se consideran, tras 65 años de existencia, extranjeros a su propio país, tal como parece deducirse del titular?

Uno empieza a estar hasta el gorro de esas imágenes adeptas a la correción política imperante en Occidente, esas mismas que asumen una culpabilidad occidental (y aquí tienen el "detalle" de incluir a los judíos israelíes) que por otro lado rechazan o ignoran en aquellos que son en buena parte responsables de su propio infortunio.

Y como era lógico esperar, ninguna pregunta en la entrevista sobre la actitud de los palestinos, esas víctimas predilectas de la política exterior biempensante occidental, mientras que de los judíos, sobre todo de los israelíes, solamente se espera una desgarradora autocrítica, pues lo contrario sólo sería una manifestación de nacionalismo reaccionario (el nacionalismo palestino ni es nacionalismo ni es reaccionario, por deseo expreso y manifiesto de la gente de progreso occidental). Por supuesto, el logro de la paz solo atañe a los judíos israelíes, los palestinos no participan en ese logro:
El amor a su patria le hace al escritor ser extremadamente crítico con las decisiones políticas del actual Gobierno de Israel. “La ocupación es nuestro principal problema”, asegura. “No tener paz con nuestros vecinos es un grave riesgo existencial para nosotros”, añade. Define la expansión de los asentamientos como un largo envenenamiento: “Es imposible que una ocupación de casi 50 años no tenga un efecto venenoso sobre nuestros órganos internos como sociedad”. Lo dice con el aire de un médico que trae malas noticias, pero que debe darlas para poder salvar a su paciente.
Qué gran imagen, Grossman con un aire de matasanos.

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