Saturday, November 02, 2013

¿Por qué los judíos americanos deben tener miedo de anteponer los intereses de Israel? - Hillel Halkin - Forward



Ahora que la distribución del controvertido cuestionario ha sido cancelada, la propuesta encuesta a los judíos americanos e inmigrantes israelíes en los EEUU, por encargo de una organización de Los Ángeles denominada el Consejo Estadounidense de Israel con la colaboración inicial de la embajada de Israel en Washington, probablemente se desvanecerá de los titulares. Sin embargo, las cuestiones que planteaba eran reales, y se necesitaría que se hablara de ellas sin la hipocresía que hasta ahora ha acompañado las discusiones sobre ellas.

La encuesta trataba de determinar, entre otras cosas, de que lado estarían los judíos americanos en el caso de un grave enfrentamiento entre Israel y los Estados Unidos. Como tal, fue justamente criticada por conjurar el fantasma de la "doble lealtad" de los judíos en los Estados Unidos y en otros países, de la que han sido acusados por sus enemigos.

Ciertamente no hay necesidad de proporcionar grano extra a la fábrica de antisemitas. Sin embargo, también es hora de dejar de fingir que las lealtades de algunos judíos americanos no están divididas entre Israel y los Estados Unidos. Por supuesto que sí. Y no hay nada malo en ello, ni siquiera hay nada exclusivamente judío en esto. Encontrarán un montón de casos similares en otros lugares.

La verdad es que cualquier judío americano que no se preocupe tanto del Estado judío como él o ella lo hace acerca de los Estados Unidos, no puede estar muy identificado/a con el pueblo judío. Supongamos que los intereses estadounidenses e israelíes vitales chocan. ¿Qué significaría para un judío decir: "Me importa una mierda lo que es mejor para Israel. Todo lo que me importa es lo que sea mejor para los Estados Unidos "? ¿Qué tipo de judío sería? ¿Qué tipo de profundidad podría alcanzar su judeidad?

Pero se podría hacer una pregunta similar sobre decenas de millones de estadounidenses. ¿Los cubano-americanos que llevan presionado desde hace décadas para que se mantengan las duras políticas estadounidenses hacia la Cuba comunista privilegian realmente así su interés por los Estados Unidos? No es suficiente para ellos decir que va en el interés de Cuba.

¿Los méxico-americanos que se muestran favorables a una relajación de las leyes de inmigración lo hacen porque piensan en general que los Estados Unidos se beneficiarán de ello? Lo que piensan, ustedes pueden estar seguros, es que otros mexicanos se beneficiarán. ¿Y por qué no habrían de quererlo?

Y esto no se extiende solamente a cuestiones de solidaridad étnica. Supongamos, por ejemplo, que usted es un activista americano de los derechos humanos en campaña contra la explotación de la mano de obra barata en China. ¿Pensaría que este tipo de explotación en realidad sería buena para los Estados Unidos ya que reduciría el precio de muchos artículos para el consumidor estadounidense? No, en absoluto. Su lealtad no está con el consumidor americano, sino con el trabajador chino explotado, y usted tampoco estaría avergonzado de ello.

Por supuesto, también es posible racionalizar todas estas cosas en términos de los intereses estadounidenses. Se puede argumentar que el fin del comunismo en Cuba serviría a los objetivos de la política exterior de Estados Unidos, que más inmigrantes mexicanos serían un estímulo para la economía de los Estados Unidos y que los Estados Unidos serían una sociedad mejor si no viviera del trabajo mal pagado de los demás, al igual que se puede argumentar que Israel siempre debe estar respaldada por el sistema democrático de los Estados Unidos porque es un bastión de la democracia en el Oriente Medio. Sin embargo, si uno es honesto acerca de su propia motivación debe admitir que pueden existir más cosas. Es un mito muy conveniente decirse a sí mismo que lo que es bueno para Israel siempre será bueno para Estados Unidos y viceversa, pero solamente es eso, un mito.

Vivimos con dobles lealtades en muchas esferas. Nuestra lealtad a los miembros de nuestras familias pueden entrar en conflicto, como nuestra lealtad a los amigos, a los colegas de nuestro trabajo, a las empresas y equipos que patrocinamos y seguimos, no obstante, ¿por qué insistimos en que sólo nuestra lealtad a los países y sus ciudadanos debe permanecer inmune? ¿Por qué un judío americano no puede decir, sin ser considerado como un potencial Jonathan Pollard, "si los intereses de Estados Unidos e Israel divergen sobre un determinado punto [N.P.: especialmente relevante para Israel, la parte más débil], los de Israel serán más importantes para mí"?

Esto no le convertiría en un traidor, sino que simplemente lo haría una persona más veraz. La vida de un judío en la diáspora tiene sus ventajas con respecto a la vida de un judío de Israel: es más segura, más próspera y menos estresante. Pero también tiene sus desventajas, una de ellas es que, como judío, y en la medida en que en un país lo es más y menos en el otro, las lealtades están divididas inevitablemente.

Tiene que ser así, y no hay manera de que pueda ser de otro modo. Eso forma parte de la carga de ser un judío comprometido que vive en la diáspora. No hay necesidad de cuantificarlo en las encuestas de opinión pública, pero tampoco es cuestión de barrerlo bajo la alfombra.

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