Wednesday, June 29, 2011

El “pasaporte del pueblo judío” – Shmuel Rosner



Mi amigo y colega en JPPI, el Dr. Dov Maimon, estaba en el controvertido panel de discusión sobre la conversión que moderé la semana pasada en la Conferencia Presidencial de Israel.

Fue una reunión interesante, y la presentación de Dov Maimon llamó mucho la atención. Con su permiso, voy a publicar aquí parte de ella para que todos ustedes puedan disfrutarla, meditarla y, posiblemente, responder:

Señoras y señores, distinguidos oradores, buenas tardes,

Martin Buber una vez dijo que la mejor manera de evitar el diálogo es organizar un panel de discusión. A pesar de la buena voluntad de los distinguidos oradores, si nos quedamos con la misma definición del problema, me temo que hoy terminaremos de nuevo con una serie de monólogos. Por lo tanto, mi objetivo es proporcionar una nueva perspectiva con la esperanza de que podamos comenzar a desenredar el lío en que nos hemos metido.

Aquí está esa perspectiva en esencia: ser judío es pertenecer tanto a una religión como a un pueblo. Algunos identifican su sentido de pertenencia al pueblo judío sobre todo como un sentimiento y un fenómeno nacional. Luego están otras personas para quienes la expresión principal de ser judío es de ámbito religioso o está basada en una creencia religiosa.

Si ahondamos y nos dirigimos hacia las posiciones más extremas de esas perspectivas, nos encontraremos por un lado con el "Canaanismo", al que no le gustaba la dimensión religiosa del asunto, y, por el otro lado, a los "Netorei Karta", quienes quieren reducir la identidad judía únicamente a la religión. La enorme mayoría de los judíos no se sitúan cerca de estos extremos tan polarizados, y reconocen que las dimensiones de la etnicidad y de la creencia son complementarias.

De hecho, el pueblo judío no representa un caso único de pueblo que se expresa por una identidad étno-religiosa, en efecto, todos los pueblos pre-modernos eran como los judíos, combinando ascendencia, origen étnico, historia, cultura y fe.

Hasta la modernidad, la mayoría de los judíos aceptó la sagrada Torah como el componente central de su identidad colectiva. Por lo tanto, era lógico y estaba ampliamente aceptado que los rabinos debían seguir siendo los guardianes de la colectividad judía. Desde los tiempos modernos, la inmensa mayoría de los judíos han dejado de practicar estrictamente los preceptos religiosos, y, aún así, continúan sintiéndose miembros plenos e iguales del pueblo judío.

A pesar de este cambio importante, el pueblo judío no ha modificado sus criterios sobre la forma de aceptar a los recién llegados a la comunidad. Es cierto que, seamos sinceros, hasta no hace mucho, muy pocos no judíos estaban interesados en unirse al pueblo judío, por lo que tampoco existía una motivación concreta para reemplazar el sistema de entrada.

Puede valer la pena añadir que en muchos otros temas, la Halajá se ha adaptado a una moderna configuración, mientras que en el tema de la conversión continúa inmóvil, con un sistema anacrónico de entrada. De hecho, la familia judía de hoy no se parece en lo más mínimo a la familia bíblica del patriarca Jacob, con sus cuatro esposas, viviendo lado a lado con docenas de sirvientes y esclavos. Tenemos que examinar si un sistema de admisión que se adaptaba al orden medieval se ajusta realmente a la realidad contemporánea.

Hay decenas de miles de ciudadanos de Israel que, por una parte, pertenecen a la etnia judía, pero que por otra parte no creen en el Dios de la Biblia. Cuando les autorizamos a que cumplan con las normas de entrada, estamos tergiversando los hechos y cerramos los ojos a la realidad. Los políticos israelíes presionan por su parte a los rabinos para que conviertan en judíos - a personas que ya de por sí tienen ascendencia judía - a todas esas personas que no creen en Dios y no quieren vivir una vida halájica. Es cínico e inmoral presionar a las autoridades religiosas de esa manera. Las incendiarias amenazas a los rabinos si no cumplen con el dictado de los políticos son moralmente inaceptables. Los rabinos, al igual que los jueces de la Corte Suprema de Justicia, deben tener la máxima libertad para decidir quién se ajusta a sus criterios para la conversión y quién no. Además, a los candidatos a la conversión se les requiere que mientan y que pretendan ser algo que no son. Esta no es una forma correcta para entrar y recorrer un auténtico camino espiritual.

En el siglo XXI, el judaísmo no es sólo una religión, el judaísmo es una civilización. El pueblo judío está compuesto por una comunidad cultural transnacional, con un Estado central y con una Diáspora vibrante. El sionismo fue una respuesta política a un problema político. El debate sobre la conversión es un asunto de civilización, y la respuesta judía debe adecuarse a ese tipo de cuestiones.

¿Qué significa esto en la práctica? Si la gente no puede pertenecer al pueblo judío a través de sus sentimientos piadosos hacia Dios, entonces tenemos que habilitarles un nuevo proceso alternativo. Uno que les permita abrir la puerta de entrada al pueblo judío, enseñándoles y dándoles a conocer la civilización judía y sus logros. Este proceso podría aplicarse a cualquier persona que tenga ascendencia judía.

La Agencia Judía conoce como desarrollar programas intensivos en Israel que proporcionan a los participantes un conocimiento profundo de la historia judía, de nuestro destino colectivo, de la experiencia de Israel y de nuestros logros culturales. Estos programas podrían estar abiertos a cualquier persona de origen judío, ya sea en Israel o en la Diáspora.

A los graduados en tales programas intensivos, después de muchos meses de estudio, se les concederá la llave de entrada al pueblo judío. De hecho, ¿por qué no un "pasaporte del pueblo judío"? Este procedimiento de admisión se ajustará a los desafíos del siglo XXI, lo que permitirá a cientos de miles de personas de origen judío formar parte de nuestro futuro y participar en nuestra trayectoria colectiva.

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¿Cómo es posible que algunos piensen que Gaza es el principal centro de la injusticia en el Oriente Medio? - Kevin Myers - Independent.ie



¿Qué pasa con Israel que suscita una ausencia generalizada de sentido común, de razón y de realidad moral? ¿Como es posible que otra estúpida flotilla se prepara para zarpar a lo largo de todo el Mediterráneo con el fin de llevar "ayuda" al "asediado" pueblo de Gaza, y en la que participará el buque irlandés Saoirse MV, en el cual partirá una serie de histéricos activistas irlandeses anti-israelíes, los cuales parecen estar preocupados solamente de que sus filetes no se pasen demasiado en la barbacoa mientras un auténtico incendio arrasa su jardín?

La semana pasada participé en una discusión sobre el Oriente Medio en el Festival de Libros de Dalkey. La cosa fue surrealista. No solamente yo era la única persona pro-israelí de un panel de cuatro, sino que la presidenta de la sesión, Olivia O'Leary, también se vio obligado a dar su distinguida opinión: los colonos israelíes en Cisjordania viven sobre tierras robadas, por el contrario los palestinos de los campos de refugiados sí tienen verdaderos títulos de propiedad de sus antiguas propiedades y... la ONU había condenado en repetidas ocasiones a Israel.

Brian Keenan, quien fue tomado como rehén por los terroristas árabes durante cuatro años, prefirió dedicarse a detallar los abusos de los derechos humanos cometidos por Israel entre aclamaciones. Mientras, Israel y su único defensor dentro del panel, un servidor, eran duramente atacados por miembros de la audiencia. Pero lo más sorprendente de las contribuciones del público fue la emoción cruda que desprendían: parecía que realmente odiaban a Israel.

Pero, ¿cómo alguien puede pensar que Gaza es el principal centro de la injusticia en el Oriente Medio? De acuerdo con Mathilde Redmatn, subdirectora de la Cruz Roja Internacional en Gaza, de hecho, allí no hay una crisis humanitaria. Pero por Dios, sí la hay en Siria, donde posiblemente miles de personas ya han muerto en el último mes.

Sin embargo, me doy cuenta de que ninguno de estos irlandeses parece dispuesto a enviar un barco de ayuda a Latakia (Siria). ¿Por qué? ¿Es porque saben que los sirios no bajarían desde sus helicópteros con pistolas de paintball para hacerse cargo de los buques sino que utilizarían directamente, y desde un primer momento, sus ametralladoras?

¿Y qué pasa con los barcos humanitarios para Libia? Seguramente que nadie en el buque irlandés Saoirse MV argumentaría que la vida bajo el régimen de Gaddafi es la propia de un estado civilizado. No sólo promovió el asesinato de los opositores fuera del país y mantuvo las campañas del IRA durante unos 20 años, sino que también – es un punto menor, lo sé - derribó un avión en vuelo de la Pan Am sobre Lockerbie. Sin embargo, no habrá ningún barco irlandés con destino a Libia. Quizás a la inversa, para celebrar al régimen.

Y luego está Irak. A lo largo de las décadas que estuvo en el poder Saddam Hussein, cuyo régimen causó la muerte de más de un millón de personas, ni un murmullo de protesta liberal y progresista contra él. ¿Qué gaseó a los kurdos? Ni un gemido. ¿La invasión de Kuwait? Ni un solo cartel acusador sostenido por manos progresistas europeas ante cualquier embajada iraquí. ¿La destrucción de los sistemas de drenaje de los que vivían los llamados “árabes de los pantanos”? Silencio total. ¿Y la manipulación de la campaña de la ONU de “petróleo por alimentos” por la cual murieron miles de personas? Nada de nada.

Y luego está Arabia Saudí, cuyas prácticas repugnantes no pueden ser tildadas de medievales sin hacer una grave injusticia a cierta Edad Media. Dirigido por unos salvajes que han dado la espalda con esmero a todo conocimiento - incluso mientras dilapidan sus botellas de champagne Krug y Bollinger en sus apartamentos de más 100 m2 de Belgravia (la zona más selecta) -. Ellos decapitan y cortan las manos, torturan y mutilan, y han gastado miles de millones en sus madrasas, allí donde se enseña a los jóvenes musulmanes de todo el mundo a odiarnos. No obstante, ¿alguna manifestación ante sus embajadas? ¿Alguna flotilla para defender los derechos humanos de los millones de inmigrantes que viven allí como siervos, que trabajan sin ningún tipo de derechos en los hogares de Arabia y en la industria del petróleo?

No hay un solo país árabe, ni uno solo, con la protección constitucional que Israel otorga a todos sus ciudadanos, independientemente de su religión, origen étnico u orientación sexual. Y no, no me gustan los asentamientos en Cisjordania, pero la verdad es que desde cualquier punto de vista que quiera ser decente, simplemente no es posible contemplar toda la región, desde Casablanca a Yemen, y luego gritar con indignación: "Sí, Gaza es el principal centro de la injusticia en el Oriente Medio".

La primera "flotilla de ayuda para Gaza” llevó a un gran número de islamistas que sólo buscaban la provocación, y con la ayuda adicional de alguna estupidez israelí bastante sorprendente, tuvieron un éxito que ni siquiera en sus sueños más salvajes esperaban.

Ahora, otro convoy está en marcha, y otra vez con la argumentación absolutamente falsa de que enviar "ayuda" a los "habitantes sitiados de Gaza", algunos de los cuales, curiosamente, ahora pueden cruzar a Egipto en el momento que quieran, y así poder comprar explosivos y Kalashnikovs en la armería del bazar.

Y en cuanto a abusos de derechos humanos: ¿por qué nada de lo que ha hecho Israel en sus 63 años de existencia se puede comparar posiblemente con los asesinatos en masa de miembros de Fatah por parte de los escuadrones de Hamás en los últimos cinco años?.

La actual y colosal disonancia intelectual occidental entre la evidencia y la percepción en lo referente a Israel, tal vez sólo pueda ser explicada por los antropólogos. Esta disonancia se expresa tal vez en su forma más aguda en Irlanda, donde parece que no existen pruebas empíricas capaces de cambiar la mente de la gente. Israel, casi el único país en toda la región donde los árabes no se levantan contra sus gobernantes, es también el único país que sufre la condena unánime de la charlatanería nacional irlandesa. Bastante patético, de verdad.


Kevin Myers

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Tuesday, June 28, 2011

Las protestas de la familia Shalit están mal dirigidas: Hamas rechaza todo trato sobre la liberación de Gilead Shalit - Debka



Cinco años después de que el soldado israelí Gilead Shalit fuera secuestrado por Hamas en un ataque en la frontera de Gaza, los miembros de su familia se encadenaron este sábado a la valla exterior de la residencia del primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, en apoyo de su desesperada demanda de pagar cualquier precio por su liberación.

Debka considera que su protesta está totalmente mal dirigida: incluso si Israel se inclinara ante cada demanda de Hamas, la organización terrorista palestina, apoyada por Irán y Siria, volvería con una nueva condición ya que no tiene ninguna intención de abandonar este activo.

Los predecesores de Netanyahu y los sucesivos ministros de Defensa que han buscado su liberación han acabado dándose cuenta de esta cruel realidad. Un bien intencionado mediador tras otro – de Alemania, Noruega, Palestina, Egipto y Francia - se ha topado con ese muro.

La familia Shalit conoce la verdad. Entonces, ¿por qué mantiene su pretensión de que el primer ministro tiene el poder de rescatar a su hijo de su cautiverio - si él lo deseara verdaderamente - y se deja manipular por una banda de "artistas", politiqueros y otros buscadores de popularidad que muestran su solidaridad encadenándose también brevemente en sus acomodados hogares y son inmortalizados fotográficamente?

¿Por qué no centran sus angustiosas protestas en los autores de la tragedia y se manifiestan en el exterior de instituciones islámicas y árabes de todo el mundo, las cuales apoyan las acciones de los fundamentalistas palestinos de la Franja de Gaza. Puede ser que así al menos obtengan la suficiente repercusión internacional como para mitigar las inhumanas condiciones del cautiverio de Gilead Shalit – al que no tienen acceso ni la Cruz Roja ni las organizaciones de derechos humanos, ni tiene comunicación con el mundo exterior ni con su familia, y del que no proporcionan señales de vida –, una autentica violación de cada norma de derecho internacional y de las buenas formas desde un primer momento.

Gilead Shalit nunca fue un prisionero de guerra en un sentido legal. Él no fue capturado a lo largo de un acto de guerra, fue secuestrado por una banda terrorista formada por miembros de Hamas, Irán y agentes de Hezbollah, la cual realizó un ataque por sorpresa coordinado desde la Franja de Gaza.

Aunque Mohammed al-Jabry, el jefe militar de Hamas, decidiera dejarlo ir, se vería obligado a obtener el permiso de Irán, Siria y Hezbolá.

El predecesor de Netanyahu, Ehud Olmert, perdió la única oportunidad real de liberar al soldado desaparecido por medios militares. En la tercera semana de enero, al final de la operación Plomo Fundido lanzada con el objetivo de hacer cesar los ataques con misiles y morteros desde Gaza, un grupo de comandantes pidieron una extensión de 48 horas con el fin de capturar a los líderes de Hamas y así poder negociar su intercambio por Gilead Shalit - al menos como propiciadores de una negociación más seria -. Olmert y el jefe del IDF en ese momento, el teniente general Gaby Ashkenazi, rechazaron la solicitud.

Desde el principio, el propio Hamás nunca ha presentado un frente uniforme sobre el destino de Shalit. En ningún caso el grupo terrorista palestino ha accedido a negociar seriamente con Israel, o incluso a mantener un canal de negociación ordenado. En algunos casos, como descubrieron los diversos mediadores, una representación de Hamas presentaba una propuesta para luego desaparecer. Todos ellos afirmaban que no tenían ni idea de quién tenía en su poder al soldado israelí y al final ya no había mensajeros. En los últimos cinco años, las nuevas ofertas de Israel en su mayoría han sido recibidas con un espeso silencio.

Los líderes de Hamas sólo cobran vida e interés por el asunto cuando una nueva oportunidad política se presenta. Hace un mes, por ejemplo, elementos de inteligencia de Egipto anunciaron que habían negociado un pacto de unidad entre las facciones rivales palestinas de Fatah y Hamas, tras lo cual se abrió el 28 de mayo el paso fronterizo de Rafah entre el Sinaí y la Franja de Gaza. El Cairo informó a Washington y Jerusalén que la liberación de Gilad Shalit era una de las condiciones que Egipto había puesto sobre la mesa para continuar con ese proceso.

Según ellos, el líder de Hamas con sede en Damasco, Khaled Meshaal, había sido informado de todo y había aceptado esta condición. En menos de dos semanas, el pacto de unidad ya se había disuelto al igual que todas las promesas que lo acompañaron, incluyendo la liberación del soldado israelí.

Sus padres Noam y Aviva Shalit se niegan a sentirse concernidos por cualquier tipo de retraso, sosteniendo que su gobierno es responsable de sus soldados y por lo tanto responsable de la recuperación de su hijo. También presentan una imagen horrible de su reclusión en una celda oscura y subterránea, algo que ninguna fuente de inteligencia ha sido capaz de confirmar.

Dado que todas las vías de negociación han sido bloqueadas, el único camino que queda para liberar al soldado parece ser una operación militar. En este caso, hay que admitir que la inteligencia israelí no ha logrado descubrir su lugar de reclusión. Aún así, una serie de incursiones de comandos puede ser lanzada para capturar a líderes políticos y militares de Hamas y servir así como rehenes para una liberación de Shalit.

Estas operaciones nunca están exentas de problemas: podrían ocasionar la pérdida de vidas de soldados israelíes y bajas entre los civiles palestinos, y todo ello sin ninguna garantía de éxito. Y por último, nadie puede estar seguro de que represalias podría sufrir Gilead Shalit tras una de estas acciones.

Esa es la única opción que hoy en día tiene el primer ministro israelí – y ya no se trata de liberar a 1.000 o más terroristas palestinos -. Esas condiciones ya no están sobre la mesa. Netanyahu puede enviar al ejército a la Franja de Gaza para realizar una operación de rescate a la cual el propio soldado cautivo puede que no sobreviva, o bien dejar que la maquinaria de propaganda continúe manipulando a su desesperada familia para que siga tergiversando la verdad y contando que se niega a pagar el precio por la liberación de su hijo.

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Monday, June 27, 2011

Las cosas de las bellas almas del Estado (sobre todo del norte) de Tel Aviv



- ¿En que estás trabajando tanto, Shula? En mi blog.
- ¿Un blog? No sabía que tenías un blog. ¿De qué va? Es el estremecedor diario de un sensible chaval árabe que está creciendo bajo la ocupación en una aldea árabe.
- ¿Pero si tú eres una chica judía que vive en Tel Aviv?
- Estúpi... Acaso piensas que no soy nada creativa.

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La Nabka y la culpa - Dry Bones



- El 15 de mayo de 1948 la ONU reconoció al Estado de Israel y apeló a los árabes a que crearan su estado.
- Sin embargo, cada año los árabes marcan ese fecha como el "Día de la Catástrofe".
- ¿Ellos aún culpan a sus abuelos por no haber fundado su estado en 1948?
- No, ellos les culpan de no haberlo fundado a costa nuestra.

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Sunday, June 26, 2011

Sionistas aun a su pesar - Alexander Yakobson - Haaretz



Yitzhak Laor declaró en un artículo de opinión en el Haaretz del 3 de junio ("Deshazte del sionismo") que "tenemos que liberarnos del sionismo". Su mensaje se resume en que tenemos que disociarnos del concepto que exige la propiedad exclusiva judía de la tierra, por razones históricas y religiosas. Su argumento no tiene sentido, como Ruth Gavison nos recuerda en su artículo de opinión, "Partición, por el bien del sionismo", ya que en todo momento hubo mucha gente dentro del corazón mismo de la corriente principal del movimiento sionista que preconizó y apoyó un reparto del territorio entre los dos pueblos. Muchos apoyaron ese reparto no solamente por razones pragmáticas, sino porque reconocieron que este país es también la tierra natal de otro pueblo, y que hay justicia en sus aspiraciones nacionales.

No es nada casual que muchos miembros de la izquierda, incluyendo de la izquierda radical, citen a menudo para reforzar sus argumentos a líderes sionistas, incluso de antes del establecimiento del Estado, que solicitaron un compromiso con la otra parte, ya sea por entender el punto de vista de esa otra parte o bien por reconocer que el conflicto entre los dos pueblos por este país es un choque entre una justicia y otra justicia, y no entre la justicia y la injusticia (tal como lo expresó el primer presidente de Israel, Chaim Weizmann). Es una lástima, sin embargo, que no puedan hallar ninguna cita similar en el Mufti de Jerusalém, Haj Amin al-Husseini, en la que por ejemplo llamara a un compromiso, a la comprensión de la otra parte, y al reconocimiento del hecho de que hay justicia en las posiciones de ambas partes.

Por lo tanto, no hay ninguna necesidad de "liberarse del sionismo" con el fin de dividir los territorios y de oponerse, como cuestión de principios, a gobernar a otro pueblo. Por otro lado, nos surge la pregunta: Si tan necesario resulta liberarnos del sionismo, ¿por qué deberíamos entonces, por añadidura, dividir el territorio? Es decir, y según la creencia de Laor, ¿por qué sería errónea una solución de "un Estado", sin dividir, para todo el país?

Después de todo, es imposible que la cuestión de fondo para ello - y más entre esta izquierda radical - es que no están dispuestos a vivir en un país de mayoría árabe-musulmana. Un miembro de la izquierda radical israelí, simplemente, no puede llegar y sugerir a un sionista como yo una argumentación de ese tipo - yo tampoco quiero vivir en un país con una mayoría de daneses [N.P.: ni soy una preclara y distinguida bella alma de izquierdas] -. Tampoco me gustaría vivir con una gente tan despreocupada y agradable como la costarricense en otro estado binacional.

A mí me gustaría vivir en el estado independiente de mi pueblo y por eso reconozco el derecho del pueblo palestino a un estado nacional propio. En esto no hay ningun discriminación hacia los árabes. Sin embargo, ¿por qué alguien que se ha "liberado" a sí mismo del sionismo desea dibujar una frontera artificial dentro de un pequeño país con el fin de dividirlo en dos estados mínimos? ¿Qué lógica hay en eso?

Tal vez existe la idea de que resulta necesario proteger y nutrir la cultura hebrea después de que se haya liberado del sionismo (una misión bastante difícil en sí misma). Pero, ¿por qué pensar que esto no sería posible en el marco de un Estado indivisible para todo el país? Si Laor piensa verdaderamente que eso no sería posible, debería explicar en que se basan sus dudas. Una explicación de ese tipo podría contribuir en gran medida a los discursos que se están desarrollando sobre la cuestión de una solución de "un único Estado" o la de "dos Estados".

Pero quizás, más allá de la defensa de la cultura hebrea, también haya una especie de devoción por la nación hebrea - de tipo secular y progresista, por supuesto - , una que aspira a integrarse en una región semita. ¿Pero podría haber una manera más adecuada de formar parte de esa región semita que por medio de un Estado binacional laico para dicho país, preferiblemente como parte de una unión regional? ¿O tal vez resulta que Laor no está muy convencido de que un único Estado que, efectivamente, sería binacional y laico, y además en una región semita, estaría bien dispuesto por su parte a integrar en él a una nación hebrea secular? Sería interesante saber por qué Laor no está convencido de ello.

En todo caso, para alguien que se mantiene firme en la necesidad de dividir el territorio, toda esta charla sobre la necesidad de liberarse del sionismo le parece más un discurso a la moda que una verdadera "liberación". No obstante, es bueno saber que incluso los que tienen un fuerte deseo de burlarse del sionismo entienden de vez en cuando que si desean quedarse aquí, necesitarán de un Estado sionista para tener un lugar donde vivir y algo con lo que provocar.

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Saturday, June 25, 2011

Un sueño dentro de un sueño - Edgar Allan Poe - Versión de Propaganda


Versión oficial del tema. 1985

Versión en directo y vídeo de 1985


Un sueño dentro de un sueño - E. A. Poe

¡Recibe en la frente este beso!
Y, por librarme de un peso
antes de partir, confieso
que acertaste si creías
que han sido un sueño mis días;

¿Pero es acaso menos grave
que la esperanza se acabe
de noche o a pleno sol,
con o sin una visión?

Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño.

Frente a la mar rugiente
que castiga esta rompiente
tengo en la palma apretada
unos granos de arena dorada.

¡Son pocos! Y en un momento
se me escurren y yo siento
surgir en mí este lamento:
¡Oh Dios! ¿Por qué no puedo
retenerlos en mis dedos?
¡Oh Dios! ¡Si yo pudiera
salvar uno de la marea!

¿Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño?

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Thomas Friedman, uno de los periodistas de cámara de Obama, cosechando amistades

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Obama y su publicista de cámara

¿Qué hacemos con Thomas Friedman? - Emmanuel Navon

Thomas Friedman tiene una peculiar manera de llamar la atención con declaraciones provocadoras y hechos inexactos. Su nueva receta para la solución del conflicto árabe-israelí ("¿Qué hacer con los limones?", en el The New York Times del 18 de junio de 2011) es un ejemplo de ello.

Cuando Friedman hablaba de que "El mundo es plano" en su libro del 2005 sobre la globalización, todo lo que buscaba, obviamente, era conseguir un título atractivo. El libro comenzaba con la historia de Cristóbal Colón, quien se puso a buscar la India (a través de una nueva ruta) sólo para acabar llegando a las Américas. Friedman sostiene que esa tesis (errónea) de Colón acabó demostrando que el mundo era redondo. En realidad, la prueba de que el mundo es redondo llegó más tarde, en 1522, cuando la única nave sobreviviente de la flota de Hernando de Magallanes volvió a España.

Sin embargo, cuando se trata del Oriente Medio la afirmación de Friedman de que el mundo es plano parece sincera. Ninguna cantidad de pruebas le hacen moverse del dogma de que el establecimiento de un Estado palestino a lo largo de la línea de armisticio de 1949 pondrá fin al conflicto con Israel. Razón por la cual retuerce los hechos a fin de que su teoría parezca correcta.

Para empezar, la Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU (del 29 de noviembre de 1947) no ratificó la partición del Mandato Británico entre un Estado judío y un Estado árabe. Sólo hizo suya la recomendación del Comité Especial sobre Palestina de las Naciones Unidas (UNSCOP). Las resoluciones de la Asamblea General no son vinculantes para los miembros de la ONU. De todos modos, el carácter de la resolución 181 resulta discutible después de que los estados árabes la rechazaran y atacaran posteriormente a Israel.

En cuanto a volver a repescar la Resolución 181 en una nueva resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, tal como Friedman sugiere, no conseguirá nada. Tal resolución no se puede adoptar en virtud del Capítulo 7 de la convención internacional acerca de los actos de agresión. Pudiera ser adoptada en virtud del Capítulo 6, el cual trata de encontrar una solución pacífica a las disputas internacionales a través de negociaciones. Por lo que finalmente el Consejo de Seguridad volvería a pedir oficialmente a Israel y a los palestinos que negocien. ¡Qué gran logro!, lo que han estado haciendo precisamente, aunque en vano, durante las últimas dos décadas.

Además, ya hay una resolución del Consejo de Seguridad sobre el conflicto árabe-israelí: se trata de la resolución 242. Dicha resolución no exige a Israel la retirada a la línea de armisticio temporal de 1949. La futura frontera entre Israel y sus vecinos del Este ha de ser negociada. Cuando Friedman afirma que "la línea divisoria debe basarse en las fronteras de 1967", no sólo se inventa una frontera que nunca existió, también da la vuelta a la Resolución 242.

Consciente del hecho de que un regreso a la línea de armisticio de 1949 es técnicamente imposible, Friedman llama a un "intercambios de territorios" que permita que "un 5% de Cisjordania, donde viven el 80% de los colonos, sea intercambiado por partes del Israel anterior a 1967".

¿Por qué debería existir un "intercambio de territorios" a los que Israel tiene derecho, de acuerdo con la Resolución 242, para retener una pequeña parte de Cisjordania en el marco de un acuerdo de paz? En su reciente discurso ante la AIPAC del 22 de mayo, el presidente Obama afirmó que las líneas de 1967 con un intercambio de territorios "siempre han sido la base para las discusiones entre las partes, incluidas los anteriores administraciones de EEUU". Esto no es cierto. El único Gobierno de los EEUU que mencionó el intercambios de territorios fue el gobierno de Clinton durante las negociaciones de Camp David en julio de 2000.

Friedman concluye su artículo citando la sombría predicción de Gidi Grinstein de que "septiembre puede ser una confrontación de suma cero con consecuencias potencialmente desastrosas". En realidad, Abbas está lanzando un farol. "Palestina" ya había sido reconocida por la ONU como un estado en el 1988. Además, una de las condiciones para el reconocimiento de un Estado dentro del derecho internacional es tener un gobierno. Esa es la razón por la que Abbas trató de llegar a un acuerdo con Hamas para poner fin a la dicotomía Franja de Gaza/Cisjordania. Con este acuerdo cayéndose a pedazos, todavía hay dos gobiernos, no uno, palestinos.

El mundo no es plano, pero Thomas Friedman funciona de una manera equivocadamente plana con respecto al Oriente Medio. "¿Saben lo que se dice que se debe hacer con unos limones?", y él mismo nos responde: "Hacer limonada". Bien, les formuló ahora otra pregunta: "¿Saben lo que se debe hacer con una prima donna cuyo juicio está empañado por un ego descomunal? No hacerle ningún caso".


El Plan de Partición de Thomas Friedman - Eli. E. Hertz - Myths and Facts

El 18 de junio de 2011, el New York Times publicó un artículo de opinión de su columnista Thomas Friedman titulado "Qué hacer con los limones", sugiriendo que se actualizara la Resolución 181 "y se volviera a llevar" al prestigioso Consejo de Seguridad. La idea de Friedman es sumamente sesgada al prescindir e ignorar la agresión y el terrorismo árabe como si fueran "irrelevantes para la búsqueda de la paz". Al retorcer de esta manera la historia, las "soluciones de Friedman" sólo pueden producir más incitación, más agresión y más hostilidad.

Hechos Históricos: En 1947, los británicos ponen el futuro de Palestina occidental (dejando en paz a la Transjordania) en manos de las Naciones Unidas, la organización sucesora de la Sociedad de Naciones, la cual había establecido el mandato "para Palestina". Una Comisión de las Naciones Unidas recomendó la partición de lo que quedaba del mandato original - la Palestina occidental - en dos nuevos estados, uno judío y otro árabe. El resultado fue la Resolución 181 [conocida como el Plan de Partición de 1947], una recomendación no vinculante de una partición de Palestina y cuya aplicación dependía de su aceptación por ambas partes, árabes y judíos.

La resolución reconocía la necesidad de la creación inmediata de un Estado judío (y de un Estado árabe en paralelo), pero este "modelo" para la paz se convirtió en un tema discutido cuando los árabes se negaron a aceptarlo. Posteriormente, de facto sobre el terreno, a raíz de la agresión árabe (y de la supervivencia de Israel), se convirtió en la base para los esfuerzos de la ONU para lograr la paz. La Resolución 181 posteriormente perdió su validez y relevancia.

Consciente de las pasadas agresiones árabes, la Resolución 181, en el párrafo C, pide al Consejo de Seguridad "determinar como una amenaza a la paz, como su quebrantamiento o como un acto de agresión de acuerdo con el artículo 39 de la Carta, cualquier intento de alterar por la fuerza el arreglo previsto por la presente resolución".

Los que trataron de alterar por la fuerza el arreglo previsto en la Resolución 181 fueron los árabes, quienes amenazaron con el derramamiento de sangre si las Naciones Unidas adoptaban la resolución:
"El Gobierno [británico] de Palestina teme que los conflictos en Palestina se intensifiquen enormemente cuando el mandato se termine, y que el estatuto internacional de la Comisión de las Naciones Unidas signifique poco o nada para los árabes en Palestina, para quienes el asesinato de judíos trasciende ahora todas las otras consideraciones. Por lo tanto, la Comisión se enfrenta con el problema de cómo evitar unos derramamientos de sangre a una escala mucho más grande de la que prevalece en la actualidad. Los árabes han dejado muy claro y le han dicho al gobierno de Palestina que no tienen la intención de cooperar o asistir a la Comisión, y que lejos de ello, se proponen atacar e impedir su trabajo de todas las formas posibles. No tenemos ninguna razón para suponer que no vayan a cumplir lo que amenazan hacer".
La Comisión de la ONU sobre Palestina, en el informe del 16 de febrero 1948 (A/AC.21/9), señalaba al Consejo de Seguridad como los árabes lideraban los esfuerzos para desatar las hostilidades:
"Para evitar la puesta en práctica del plan de Partición de la Asamblea General, y para frustrar sus objetivos por medio de amenazas y actos de violencia, incluidas incursiones armadas en el territorio palestino" [Lo que demuestra que los territorios palestinos a que se refiere serían los futuros territorios que le corresponderían al Estado judío]
Por los acuerdos de armisticio que se alcanzaron en 1949 entre Israel y sus vecinos árabes inmediatos (Egipto, Líbano, Siria y Transjordania), con la asistencia del mediador de la ONU el Dr. Ralph Bunche, la Resolución 181 se convirtió en irrelevante y los acuerdos de armisticio abordaron las nuevas realidades creadas por la guerra.

En los años siguientes, las Naciones Unidas abandonaron simplemente las recomendaciones de la Resolución 181 ya que sus ideas fueron privadas de toda relevancia por los acontecimientos. Por otra parte, los árabes continuaron rechazando la Resolución 181 después de la guerra, cuando ellos controlaban Gaza y la Ribera Occidental (1948-1967), ocupada esta última por Jordania en el curso de la guerra y anexionada ilegalmente.

El intento por parte de Thomas Friedman de "hacer retroceder el reloj de la historia" y reanimar a la Resolución 181 más de seis décadas después de que los árabes la rechazaran "como si no hubiera pasado nada", es una táctica más que evidente de utilizar la Resolución 181 como instrumento para lograr una mayor retirada de Israel de partes del oeste de Palestina y así poder disponer de una base más amplia desde la que poder seguir atacando a Israel con fronteras aún menos defendibles.

La metáfora de un Israel con la espalda contra el mar Mediterráneo refleja la imagen diseñada por la retórica de los líderes políticos y religiosos árabes y de su incitación. Hubo 6.000 muertos israelíes como resultado de esa guerra de una población de unos 600.000 habitantes. El 1% de la población judía desapareció. En términos estadounidenses, el equivalente serían más 3 millones de ciudadanos estadounidenses asesinados en un período de unos 18 meses. Tanto los palestinos como sus hermanos árabes en los países vecinos dictaron al plan nulo y sin efecto por sus propias acciones agresivas posteriores.

El profesor Julius Stone, una autoridad sobre el Derecho de las Naciones Unidas, escribió acerca de esta "novedad" denominándola "la resurrección de los muertos". La Resolución 181 había sido arrojada al cubo de la basura de la historia junto con los planes de partición que le precedieron.

Sólo un recordatorio más al Sr. Friedman: La resolución no instaló la partición, sólo la recomendó.

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El declive del Partido Laborista israelí – Efraim Inbar – Besa



(En Jewish Ideas Daily acaba de aparecer un buen artículo de Elliot Jager sobre el posible final del Partido Laborista israelí. Aunque más actualizado obviamente en lo referente a los sucesos actuales, no identifica y enumera de una manera tan clara los males que aquejan a dicha formación como este artículo del 2009 de Efraim Inbar)


El resultado más notable de las elecciones de 2009 fue la aparición de un mapa político israelí donde los tres principales partidos en la Knesset son el Likud (27 escaños) y dos de sus vástagos: Kadima (28) e Israel Beiteinu (15). Es decir, casi 70 diputados proceden de partidos encabezados por políticos o ex políticos del Likud, mientras que una clara mayoría de 65 escaños están asegurados para el bloque conservador. A causa de ello, Benjamin Netanyahu fue el ganador de las elecciones y candidato a primer ministro.

Incluso muchos israelíes de izquierda que querían impedir el éxito de Netanyahu - tan demonizado por sus medias -, emitieron su voto por Kadima en lugar de fortalecer al Partido Laborista. De hecho, el antiguo partido hegemónico del sistema político israelí, el Partido Laborista de Israel, terminó en el 2009 colocado en la cuarta posición con unos magros 13 escaños en la Knesset. Al Meretz, situado a la izquierda del Partido Laborista, le fue aún peor pues apenas obtuvo tres escaños en la Knesset. El espíritu de esta época en Israel es claramente conservador. Pero este ha sido el caso durante ya cierto tiempo. Así, las elecciones de 2009 han sido para ciertos analistas políticos la culminación de un proceso histórico de decadencia iniciado con la agitación política de 1977, cuando los laboristas perdieron por primera vez las elecciones frente al Likud. Fue el primer anunció de una gradual decadencia y marginación del Partido Laborista.

Quizás la razón principal de ello es el hecho de que el Partido Laborista ha perdido su activo político más importante: su identificación con el establecimiento y la construcción del Estado de Israel. Las dos actividades principales en este esfuerzo, el servicio militar y la colonización de la Tierra de Israel, fueron decayendo poco a poco entre los partidario del Partido Laborista.

Hubo un tiempo en el que los miembros de los kibbutz estaban desproporcionadamente sobrerrepresentados en las filas del IDF. Esto ya no es así. La composición social de los asistentes a los cursos de oficiales en las fuerzas terrestres en febrero de 2009 es representativa de los últimos años. Un 19% de los graduados se definen como ortodoxos modernos. Un alto funcionario lo ha llamado "los nuevos kibbutzim".

Del mismo modo, la actividad de colonización intensiva bajo la dirección de los gobiernos laboristas terminó básicamente en 1977, dejando la creación y expansión de los asentamientos y kibbutz dentro y fuera de la Línea Verde a otros elementos de la sociedad israelí.

El ejército sigue siendo la institución más respetada en Israel. La mayoría de los israelíes, aunque preparados para una división del territorio, consideran el asentamiento en la Tierra de Israel como un importante valor sionista. El Partido Laborista, estúpidamente, ha permitido por dejación que círculos ortodoxos modernos y derechistas adoptaran y enarbolaran importantes símbolos nacionales, algunos de los cuales estuvieron anteriormente claramente asociados con el partido que fundó el Estado.

Otro importante símbolo sionista abandonado por los laboristas es el “Jerusalén unificado” por vez primera en 1967 bajo el reinado del Partido Laborista. Las recientes elecciones también trataron del deseo de mantener un Jerusalén unificado bajo la soberanía de Israel. La disposición del líder del Partido Laborista Ehud Barak a dividir Jerusalén en la cumbre de Camp David del 2000, sorprendió a muchos israelíes. Como cuestión de hecho, más de dos tercios de los israelíes se oponen a cualquier división de la ciudad y se manifiestan dispuestos a afrontar los conflictos armados con los palestinos con el fin de mantener ese status quo. Es una locura política el subestimar el gran atractivo de Jerusalén para la mayoría de los judíos.

Por otra parte, los dirigentes sindicales, en particular sus grados más jóvenes, poco a poco se han alejado de la tradición judeo-sionista y han comenzando a coquetear con una cultura cosmopolita y de valores individualistas, basada sobre todo en los derechos humanos y la democracia. Si bien existe un consenso nacional acerca de la supremacía de la ley en una sociedad democrática, la Corte Suprema de Justicia bajo la dirección de su ex presidente Aharon Barak, ha adoptado una postura muy activa que no ha sido muy apreciada por los elementos más conservadores de la sociedad israelí. Siendo así que la Corte Suprema se ha convertido en una especie de “templo de los laicos".

Los laboristas y otros partidos de la izquierda dentro de su órbita han adoptado gradualmente un discurso que favorece el individualismo y la búsqueda de los derechos individuales en detrimento de la ética colectivista que una vez fue predominante en ellos, la cual aún sigue estando en la memoria de mucha gente.

Por otra parte, los fundamentos y la herencia socialista del Partido Laborista de Israel se han visto ahogados, incluso aplastados, por la élite empresarial y económica de Israel. El Partido Laborista se ha convertido en el partido de los ricos y de la gente acomodada. El entorno laborista del viejo estilo de Rabin y de los "nuevos ricos" de Ehud Barak se ha llenado de capitalistas exitosos. Y por lo tanto, las clases más desfavorecidas de Israel ya no ven al Partido Laborista como su tutor dentro de la política israelí. En ese papel han sido reemplazados por los partidos de la derecha israelí y por las comunidades religiosas.

Resumiendo, el Partido Laborista abandonó la ideología colectivista, se distanció de los valores tradicionales judíos y desechó el socialismo. Paralelamente a esto, el Partido Laborista se ha desplazado hacia la izquierda del centro en cuestiones de guerra y paz tras dejando desocupado el centro del escenario al Likud. Además, el Partido Laborista se asoció con el "proceso de paz" que comenzó con el inicio de los acuerdos de Oslo. Sin embargo, dicho proceso de Oslo estaba plagado de incertidumbres y ha descarrilado eventualmente. Este ha sido al menos el veredicto desde hace varios años de la mayoría de los israelíes, incluso de aquellos que en un principio apoyaron esa audaz experiencia diplomática.

El denominado "campo de la paz" en la política israelí ha sido ampliamente desacreditado. Los resultados en las elecciones del 2003, 2006 y 2009 reflejan esa deducción. La sociedad en general estaba dispuesta a dar una oportunidad a la paz, pero poco a poco fueron perdiendo y retirando su apoyo al proceso tras ver como transcurría. Al mismo tiempo, muchas palomas mesiánicas (una especie casi extinta en Israel) prefieren ahora emitir sus votos por los partidos de la extrema izquierda [N.P.: Radicalmente post-sionistas, una parte ha comprado la denominada narrativa palestina, mientras que la otra, aún reconociendo - aunque no de cara al exterior - las pocas opciones que brindan los palestinos y poniendo por encima de todo conseguir la paz como sea y a cualquier precio, no dudan en exigir que Israel haga todo el esfuerzo].

En realidad, Ehud Barak cayó totalmente en desgracia ante esas mismas acríticas y mesíanicas palomas cuando en el año 2001 acuñó la frase de que "no existen socios" para la paz del lado palestino (ello vino tras el fracaso de la cumbre de Camp David en el 2000, hecho que destruyó la mayoría de las ilusiones sobre la capacidad del movimiento nacional palestino de convertirse en un socio en el proceso de paz).

Finalmente, el Partido Laborista no logró permanecer en sincronía con los cambios demográficos en Israel. Poco a poco, la población sefardí de Israel, que ahora es la minoría mayoritaria, ha demostrado una tendencia a votar en gran número a favor de los partidos opuestos al Laborista. El cuadro demográfico cambió nuevamente y de manera muy significativa después de la inmigración rusa de la década de 1990. Los inmigrantes de la ex Unión Soviética han mostrado una preferencia por los partidos de la derecha (quizás herencia de su pasado comunista). Los votantes laboristas, actualmente, están compuestos principalmente por ashkenazis, personas mayores y gente de clase alta o medianamente acomodada. Además, los laboristas se han puesto a coquetear cada vez más con la comunidad árabe de Israel para ganar votos adicionales. No obstante, vincularse con el voto árabe no supone dotarse de la mejor imagen dentro de la opinión pública judía israelí. Irónicamente, los ciudadanos árabes se abstuvieron de votar a los laboristas, ya que en buena parte apoyaron el uso de la fuerza contra el terrorismo palestino.

En consecuencia, el Partido Laborista del 2009 es un partido con un pasado glorioso pero con un futuro muy oscuro.

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Thursday, June 23, 2011

Filosemitismo - Adam Kirsch - Tablet



Los libros sobre el antisemitismo son deprimentemente numerosos. Nuevos estudios sobre el tema aparecen en un flujo constante concentrándose sobre el antisemitismo en tal o cual país, en la literatura o la política, en el pasado, en el presente o en el futuro. Solamente en el 2010, destacamos el de Robert Wistrich “Una letal obsesión: el antisemitismo desde la Antigüedad a la Jihad global” y el de Anthony Julius “Ensayos de la diáspora: una historia del antisemitismo en Inglaterra”, que entre ambos nos ofrecen 2.100 páginas de pruebas de lo mucho que la gente solía - y aún lo hace - odiar a los judíos.

Es por eso que aunque fuera solamente como una especie de cambio de rumbo o de perspectiva, un libro titulado “El Filosemitismo en la historia” debe ser motivo de celebración. No importa que no sea una historia única, sino una colección de artículos académicos sobre temas bastante específicos que abarcan desde los hebraístas cristianos del siglo XVII a los documentales en la televisión alemana. Lo importante es que al menos promete la oportunidad de oír de cerca las opiniones de aquellos gentiles que admiraron y elogiaron a los judíos en lugar de esos que los odiaron y/o asesinaron. Deben haber habido algunos, ¿no creen?

Pues bien, sí y no. Como cada contribuyente a “El Filosemitismo en la historia” reconoce, los judíos nunca se han mostrado del todo satisfechos con la idea del filosemitismo. En el prólogo de introducción, los editores Adam Sutcliffe y Jonathan Karp inician su disertación con una broma judía: "Pregunta: ¿Qué es preferible el antisemita o el filosemita? Respuesta: “el antisemita, al menos él no está mintiendo”.

Esto quizás puede parecerles demasiado cínico, pero más doloroso es el dicho que dice que "un filosemita es un antisemita que ama a los judíos". Esta expresión ayuda a capturar el sentido que comparten los antis y los filos: un interés malsano hacia los judíos y una noción irreal de quién y qué son los judíos. Ambos están acuerdo en incidir no en la judeidad, sino en el "Semitismo", como si ser judío fuera lo mismos que abrazar una ideología política como el comunismo o el conservadurismo, en lugar de ser lo que realmente es, una identidad religiosa e histórica que atraviesa los ámbitos políticos y económicos.

Esta desconfianza judía hacia el filosemitismo encuentra un amplio apoyo en la propia historia del término y que relata Lars Fischer en su contribución al libro. El ensayo de Lars Fischer se centra sobre todo en los debates dentro del movimiento socialista en Alemania durante el siglo XIX. En vez de investigar la hora y el lugar exacto en que las palabras "antisemitismo" y "filosemitismo" se acuñaron, Fischer incide en la reveladora valoración política de esos términos. Desde sus inicios, cuando el término “antisemita” fue acuñado por Wilhelm Marr en 1879, se convirtió en una etiqueta reclamada con orgullo por los enemigos de los judíos. En Austria y Alemania había partidos políticos, sindicatos y periódicos que se hacían llamar "antisemitas", aun cuando sus programas políticos fueran más allá de la mera hostilidad hacia los judíos.

Por el contrario, filosemitismo suena como si hubiera sido un llamamiento a la unión de todos los opositores del antisemitismo, y un movimiento con su propio programa político. Pero Fischer nos explica que eso no fue así. De hecho, "filosemitismo" fue inventado como un término que trataba de castigar a los antisemitas por parte de aquellos que se les oponían. Aunque Fischer no establece un paralelo, deja claro que "filosemita" fue el equivalente de un término como "nigger-lover" (amante de los negros) en los Estados Unidos, es decir, tenía la intención de sugerir que cualquiera que tomara partido por una minoría despreciada era una persona odiosa y perversa. "Su implicación obvia es que cualquiera que se molestara en oponerse activamente al antisemitismo debía estar en connivencia con los judíos, ser un esclavo del dinero y el poder judío” para así atacar al antisemitismo.

Esto significaba que, en la Alemania guillermina, los que lucharon contra el antisemitismo, sobre todo, el partido socialdemócrata, y cuyos liderazgo incluía a muchos judíos, debieron tener especial cuidado en negar que eran filosemitas. En 1891, por ejemplo, el judío socialista de New York Abraham Cahan, que más tarde sería famoso como novelista y editor del Forward, asistió al Congreso de la Internacional Socialista en Bruselas con el fin de proponer una moción de condena del antisemitismo. Victor Adler y Paul Singer, los líderes de los partidos socialistas de Alemania y Austria y ambos judíos, lucharon contra la moción propuesta por Cahan temerosos de que condenar el antisemitismo sólo incrementaría la percepción pública del socialismo como un movimiento judío. Finalmente, la moción fue modificada para denunciar el antisemitismo y el filosemitismo en la misma medida.

Nadie, al parecer, quería ser una filosemita, y durante mucho tiempo, como lo atestigua este libro, casi nadie lo fue. Ciertamente, se necesitaba una buena voluntad algo patética hacia los judíos para obtener un lugar en este libro. Robert Chazan, en su búsqueda de "Las tendencias filosemitas en la Cristiandad occidental", la encuentra en San Bernardo durante la Segunda Cruzada, al alertar de no repetir las violencias contra los judíos de la Primera. "Los judíos son para nosotros las palabras vivas de la Escritura, porque siempre nos recuerdan lo que nuestro Señor sufrió. Ellos se encuentran dispersos por todo el mundo de modo que puedan expiar su crimen y sean los testigos vivientes de nuestra redención".

En este contexto, el filosemitismo significa perseguir a los judíos llevándolos al borde de la muerte, pero no más allá. (Paula Frederiksen ha luchado con esta ambigua herencia cristiana en su excelente libro “Agustín y los judíos"). Del mismo modo, Chazan nos muestra como los príncipes medievales que invitaron a los judíos a establecerse en sus tierras no lo hicieron por amor al pueblo judío, sino con el fin de crear un clase comercial tasable, y muchas veces terminaron matando la gallina de los huevos de oro.

Ya en el siglo XI, podemos comprobar la ambivalencia que sigue marcando al filosemitismo cristiano hasta el presente. Los judíos son valorados, pero solamente mientras desempeñan el papel asignado por el proyecto o visión del mundo cristiano. Si los judíos se salen de ese papel, son duramente criticados. Durante el Renacimiento, por ejemplo, el deseo de leer la Biblia en su idioma original llevó a muchos humanistas a estudiar hebreo. Estos hebraístas cristianos se comprometieron con las tradiciones judías más profundamente que cualquiera otros gentiles nunca antes, llegando incluso a estudiar la Mishná y la Guemará en busca de pistas sobre las prácticas históricas judías. Como Eric Nelson demostró en su reciente libro “La República hebrea“, la comunidad Israelita se convirtió en una importante fuente de inspiración para los teóricos políticos ingleses del siglo XVII.

Tres ensayos en este libro se centran en el movimiento hebraísta cristiano. Sin embargo, como Abraham Melamed escribe en "El renacimiento del hebraísmo cristiano", "la gran pregunta es si la aparición y la influencia del hebraísmo cristiano en la Europa moderna llevó a una actitud más tolerante hacia los judíos, y, además, a cualquier tipo de filosemitismo". Leer en hebreo y admirar a los israelitas estaba muy bien, ¿pero eso llevó a investigadores como Johann Reuchlin y William Whiston a tener una verdadera simpatía por los judíos reales, esos que vivían en su tiempo? "Este no es necesariamente el caso", responde Melamed. El erudito inglés John Selden era denominado en tono de broma en Inglaterra "El Gran Rabino" por su dominio de los textos judíos, pero parece no haber conocido a ningún judío, y parece que respaldó públicamente los libelos de sangre citando que "la malicia diabólica de los judíos por Cristo y los cristianos".

Un caso más complicado de filosemitismo cristiano es el objeto del ensayo de Yaakov Ariel, "Todo está en la Biblia", el cual explora el firme apoyo a Israel por parte de los evangélicos americanos contemporáneos. Desde hace siglos, pero especialmente después de 1967, los cristianos evangélicos han sido sionistas acérrimos, y su amistad ha sido bien acogida por el gobierno israelí. Sin embargo, la premisa de su amistad está ligada a una teología milenarista basada en una lectura del libro del Apocalipsis, la cual sostiene que el establecimiento de un Estado judío en Tierra Santa es una condición previa a la Segunda Venida de Cristo. En el camino hacia la redención, piensan los sionistas cristianos, la mayoría de los judíos perecerán en guerras apocalípticas, y el resto se convertirá al cristianismo.

Este filosemitismo es, en su corazón, profundamente anti-judío, y los intentos de los políticos israelíes de cortejar el apoyo de estos evangélicos ha sido torpe, por decir algo. En 1996, durante el primer mandato de Benjamin Netanyahu como primer ministro, éste apoyó un proyecto de ley promovido por los miembros ortodoxos de la Knesset que prohibía la actividad misionera cristiana en Israel. Cuando se dio cuenta de que podría ofender profundamente a la derecha cristiana estadounidense, Netanyahu cambió de opinión y frustró el proyecto de ley. Aquí tenemos pues a un líder judío de un Estado judío que permite a los cristianos tratar de convertir a los judíos a cambio de su apoyo político.

¿Debe contar esto como "filosemitismo"? ¿Y los documentales dolorosamente muy serios producidos por la televisión alemana occidental en la década de 1970, analizados en el libro por Wulf Kansteiner, en los cuales la "autocompasión y la apropiación de la cultura judía estuvo a la par con silencios realmente incómodos"? ¿O esa especie de kitsch judío a la venta en muchas ciudades de Europa del Este, del que escribe Ruth Ellen Gruber? Lodz, en Polonia, fue una vez una gran metrópolis judía y posteriormente uno de los guetos nazis más letales. Hoy en día es el hogar de un restaurante llamado Anatevka, extraído de un shtetl al estilo del “El violinista en el tejado”, donde se puede servir matzoh por un "camarero vestido con un traje hasídico, incluyendo un sombrero negro y el talith ritual". Gruber es bastante indulgente con este tipo de cosas, viéndolas como un subproducto o un elemento precursor de un auténtico renacimiento de la vida judía en la Europa del Este. Visto bajo una luz más fría, este kitsch judío, como muchos otros fenómenos de exhibición de filosemitismo en la historia, puede parecer, parafraseando a Oscar Wilde, no “cada hombre mata lo que ama", sino que "ama lo que mata".

[N.P.: hablando de kitsch judío, algo habría que decir del esfuerzo en España por captar un turismo judío sobre la base de Sefarad y las viejas aljamas judías, un "filosemitismo totalmente apolítico" fundamentado en bastantes casos en un mero revival turístico y folklórico, y que aunque en ciertos casos haya un interés sincero en explicitar y recuperar esa historia, no muestra demasiado interés, nuevamente, por los judíos reales y actuales, en España y en el mundo, y sobre todo en Israel, corrección política obliga. Es muy interesante un artículo de Antonio José Chinchetru, "Las coartadas del antisemitismo: el mito del 'judío arqueológico'", que trata de este filosefardismo retroactivo e interesado. Resumido aquí en un post previo, pero como el enlace ha desaparecido lo he vuelto a hallar aquí]

Pero esto es demasiado amargo. Es posible que haya poco amor en el filosemitismo y poco que agradecer en su historia, pero eso se debe a que la estima genuina entre cristianos y judíos, como un verdadero afecto, no puede ser comprendida como un “ideologísmo" repleto de abstracciones, y así transformar a un grupo de personas en una abstracción, incluso "positiva", ya que significa violentar su ser. Ese tipo de violencia es lo que los historiadores tienden a registrar, pero la mayoría de las veces esa no es la manera en la que la gente real piensa y vive.

Por ejemplo, una de las historias más alentadoras de filosemitismo histórico proviene de la Marsella del siglo XIV, donde el prestamista judío Bondavid fue juzgado por fraude. El expediente del juicio todavía existe, Chazan escribe y muestra como Bondavid apeló a un cierto número de cristianos como testigos de su moralidad. Un sacerdote, Guillelmus Gasqueti, declaró que "realmente [Bondavid ] es la persona más justa que alguien haya conocido en su vida... Porque, si se puede decir así, nunca me he encontrado o visto a un cristiano más justo que él". Este tipo de estima personal entre cristianos y judíos fue muy "inusual". Chazan también señala que "seguramente, no fue un caso único”. Y es la proliferación de amistades cara a cara como las que se dan en la América moderna las que han hecho de este país, no el más "filosemita" de la historia, sino aquel donde más judíos y cristianos se han gustado personalmente los unos a los otros.

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Cambie la coalición - Yehuda Ben Meir - Haaretz



Se puede escribir un libro [N.P.: sería necesaria una colección] acerca de los errores cometidos por la izquierda israelí, sobre sus planteamientos exagerados o extremistas, y sobre su alejamiento de la realidad. En un primer momento, los errores de la izquierda realmente no parecían ser algo de lo que tuvieramos que preocuparnos excesivamente. Pero lo lamentable es que las posturas y declaraciones de la izquierda han influido en amplios sectores de la opinión pública israelí, incluso en aquellos afectos a las posiciones moderadas y equilibradas.

Es difícil subestimar el impacto que han tenido las ideas de la izquierda en el fortalecimiento en Israel de la extrema derecha, incluyendo el sector extremista. Un ejemplo clásico es el reconocimiento del Estado de Israel como Estado judío. No está claro por qué el presidente Barack Obama puede destacar en sus discursos que Israel debe ser un "Estado judío y la patria del pueblo judío", mientras que Benjamin Netanyahu no puede decir lo mismo (sin que lo critiquen por ello). No está claro por qué el gobierno de Francia puede, en un documento oficial presentado a las dos partes, hablar de "dos estados para dos pueblos", por no hablar de resoluciones de la ONU que se refieren explícitamente al Estado judío, mientras que en Israel utilizar semejante terminología es casi criminal [N.P.: para la izquierda].

En su editorial del 17 de junio, el Haaretz afirmaba que la demanda realizada a los palestinos de que reconozcan a Israel como el Estado nacional del pueblo judío, en el cual todos los judíos del mundo serían bienvenidos si desearan emigrar, es equivalente a pedir que los palestinos renuncien a su "ethos nacional". Ningún líder palestino, señalaba el editorial, "estaría de acuerdo con ese demanda".

¿Realmente es así? Si los palestinos efectivamente no están dispuestos a aceptar el hecho de que el pueblo judío tiene por lo menos alguna relación con este país, y que en el marco de la voluntad de dividir el territorio entre los dos pueblos debe haber un consentimiento expreso al Estado judío existente, y que ese estado debe ser accesible para los inmigrantes judíos, al igual que el Estado palestino estará abierto a cualquier palestino, en definitiva, si todos estas realidades son inaceptables para los palestinos, entonces resultará cierto que este conflicto es realmente insoluble. La propuesta de que Israel de marcha atrás ante tales elementales demandas causa un daño incalculable al proceso de paz.

El gobierno de Israel puede ser legítimamente criticado por su falta de acción, pero dicha crítica debe ser equilibrada, razonable y convincente. El problema no son las palabras de Netanyahu, sino sus hechos. Los principios que presentó ante el Knesset reflejan el consenso nacional, el problema en realidad es que nadie cree que él tenga la intención de ponerlos en práctica.

Netanyahu obtuvo la falta de credibilidad que su imagen evoca. No es realista presentar estos principios de paz... y luego realizar un guiño a Tzipi Hotovely y Danny Danon [diputados del ala dura del Likud]. Y no es razonable hablar de bloques de asentamientos y a continuación realizar trucos destinados a promover la construcción de locales en los territorios que están fuera de estos bloques.

La falta de credibilidad de Netanyahu se deriva de un pecado original, y ese pecado original es la coalición que estableció hace dos años. Un primer ministro que realmente quiera liderar un proceso diplomático de largo alcance no puede formar una coalición que impida cualquier movimiento hacia dicho proceso de paz. En la víspera de las elecciones, Netanyahu afirmó que su gran error durante su primer mandato como primer ministro fue no improvisar un gobierno de unidad. Creo que estaba siendo honesto cuando hizo estas declaraciones, por lo tanto, la repetición actual de dicho error resulta particularmente atroz.

Pero no es demasiado tarde. La coalición actual no es una unión inseparable y puede ser alterada. Si Netanyahu tiene voluntad para ello, podrá hacer los cambios internos necesarios. Para ello será preciso correr un riesgo político, pero la disposición a correr riesgos por un objetivo nacional supremo es una de las marcas del liderazgo. Esa es la verdadera prueba que espera a Netanyahu, y la historia juzgará la decisión que tome.

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Wednesday, June 22, 2011

El gran Chumy Chúmez (1927 - 2003)











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Sorry, sin acritud... ¿Hay gilipollas en la izquierda? (¿y entre los flotilleros?)


Típico "razonamiento" gilipollescamente de izquierdas. Se publico en el Global, comme il faut


¿Hay gilipollas en la izquierda? - Pablo Molina - LD

Los progres creen tener el monopolio de la moral pública, por lo que se consideran a sí mismos los únicos legitimados para juzgar las opiniones y las conductas del resto de los seres vivos. A su vez, los centro-reformistas aceptan la primacía ética de sus rivales y se someten a su juicio con la esperanza de que algún día perdonen su discrepancia ideológica. Ambas actitudes son aprendidas de forma intuitiva desde la primera camiseta astrosa del Che o el primer jersey de marca anudado al cuello respectivamente, de forma que si la izquierda decide que alguien con ideas distintas es gilipollas, el centro-reformismo acepta el veredicto sin rechistar.

En realidad, para los progres todo el que no comparta su basura doctrinal es gilipollas, porque son incapaces de entender que sus ideas son falsas construcciones sociológicas, contrarias al espíritu esencialmente libre del ser humano y causantes por tanto de una repugnancia espontánea en cualquiera que tenga una mínima sensibilidad intelectual para descubrir cómo funcionan las interacciones sociales en los grupos humanos. Convencidos de que sus chorradas conceptuales son el nuevo Decálogo para la humanidad y ajenos a los efectos reales sobre esa misma humanidad cuando tales mandatos se han puesto en práctica, los progres creen sinceramente que sólo una vasta epidemia de gilipollez congénita hace que existan todavía grupúsculos refractarios a aceptar la verdad revelada de la izquierda.

Parecería por tanto que entre las filas de la izquierda no existen gilipollas, pero sin embargo basta una mirada desprejuiciada a los personajes que fungen como líderes de opinión de ese submundo, sus declaraciones y sus conductas públicas, para darse cuenta de que no sólo hay gilipollas en el progresismo, sino que se trata de la categoría más extendida al menos en sus estratos hiperbóreos.

Por fortuna, esta aparente paradoja queda resuelta recurriendo a la autoridad máxima en la materia, El Gran Libro de los Insultos, obra del profesor D. Pancracio Celdrán y Gomariz (La Esfera de los Libros 2008), que en la entrada correspondiente al término que nos ocupa nos explica que el gilipollas, "sujeto con una personalidad mercurial, cambiante e insegura, no es un simple tonto, sino que participa además de la condición espiritual del bocazas que todo lo airea y saca a plaza sin guardar recato en la divulgación de la noticia". El gilipollas, de hecho, "no es malo porque no tiene coeficiente intelectual suficiente, pero es muy inoportuno y por ello peligroso, ya que puede echar cualquier cosa a perder llevado a su falta de juicio y ausencia de criterio para calibrar el alcance de sus acciones y discurso".

Lean de nuevo la definición y decidan ustedes mismos cuál es el político, cineasta, cantante o escritor al que mejor le cuadra. No es de derechas, seguro.


La izquierda carpetovetónica - José García Domínguez - LD

Entre los lugares comunes que, a fuerza de ser repetidos una y otra vez por los voceras mediáticos, alcanzan el estatus de necedad canónica, acaso el más extendido sea ése que pretende a España un país ontológicamente de izquierdas. Tan difundida resulta estar la especie que incluso los chamanes de cabecera de la derecha han terminado por aceptarla a pies juntillas. Una superstición, por cierto, muy óptima para tales estrategas áulicos, pues libera a esos devotos creyentes de la siempre penosa tarea de pensar. Dado que España es de izquierdas por ineluctable designio divino, el proceder para posibilitar la alternancia, barruntan, habría de consistir en un dontancredismo crónico. La norma de los frailes cartujos elevada a quintaesencia del marketing electoral.

Ocurre, sin embargo, que falla la premisa mayor del aserto. Así, no es que España sea de izquierdas, es que la izquierda sociológica, pese a sí misma, resulta ser profunda, castiza, arcaica, carpetovetónicamente española; española en el peor sentido de lo español. Por algo, desoladores, los resultados del sondeo del CIS a propósito de ese simulacro que luego darían en llamar reforma laboral. "¿Estaría usted de acuerdo con que se abaratara el despido si ello estimulara a los empresarios a crear más empleo?", se inquirió a los compatriotas de ese cuarenta por ciento largo de jóvenes condenados en sentencia firme al desempleo estructural. "No", fue la respuesta casi unánime de los encuestados.

Huelga decir que se trataba de los mismos que, ya indignados, vuelven a decir no, esta vez al pacto del euro, en calles y plazas. Al respecto, el empecinamiento del macizo de la raza en repudiar cualquier relación de eficiencia con la realidad nos abocaría a dos únicas salidas. Y es que, extramuros del euro, solo restan la peseta y el rublo. Retornar al aislacionismo tardofranquista con un revival de los billetes de veinte duros y el arancel Cambó. O romper con el mercado y avanzar con paso firme hacia el siglo XIX de la mano de Cuba y Corea del Norte. Porque ninguna tercera vía hay distinta de aquel mamotreto ful de Anthony Giddens que mora cubierto de polvo en las librerías de lance. ¿Izquierda antisistema, el 15-M? Pero si es la Vetusta de Clarín tras levantarse de la siesta.

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Benny Morris se topa de bruces con Eurabia (Abordado en Kingsway – B. Morris – National Interest)



La semana pasada tuve una experiencia bastante ambivalente en la London School of Economics (LSE), y considero que ella puede enseñarnos, más allá de lo estrictamente personal, acerca de hacia donde se dirige Gran Bretaña, y muy posiblemente Europa Occidental en su conjunto.

Me invitaron a dar una conferencia sobre la primera guerra árabe-israelí de 1948. Unas horas antes, se produjo un incendio en un edificio cercano y la avenida Kingsway fue cerrada, por lo que el taxi me dejó a unas cuantas manzanas de distancia. Mientras caminaba por Kingsway una pequeña multitud - no creo que cualquier otra palabra sea la adecuada – compuesta por algunas docenas de musulmanes, árabes y sus partidarios, tanto hombres como mujeres, me rodearon y caminaron junto a mí durante varios cientos metros mientras me dirigía al edificio donde tendría lugar mi conferencia, gritándome a voz en cuello y si descanso acusaciones de "fascista", "racista", "Inglaterra no debería haberte permitido estar aquí”, “no se debería permitir que hablaras"...

Varios de ellos hablaban en un mal, y obviamente recién adquirido, inglés. La violencia se sentía en el aire, aunque ninguno de ellos la utilizó realmente. Los transeúntes nos miraban con asombro, y tal vez con vergüenza, pero me parece que la visión de los airados y barbudos rostros musulmanes era suficiente para disuadirlos de cualquier intervención. Para mí, todo ello era como si estuviera ante unos camisas pardas en una calle del Berlín en 1920, aunque en Kingsway nadie, según puedo recordar, me gritaba "judío".

Ya en la sala de conferencias, y después de una taza de té, comenzó mi parlamento ante una audiencia de unos 350 estudiantes y otras personas, y todo sucedió pasablemente bien. Para la asistencia se requerían entradas, las cuales fueron dispensadas libremente tras proporcionar el nombre y la dirección. El LSE había reforzado la seguridad y varios bobbies estaban fuera del edificio frente a una docena de manifestantes que sostenían en alto carteles que indicaban que "Benny Morris es un fascista", "Vete a casa", etcétera.

Sorprendentemente, en el interior de la sala de conferencias reinó un silencio absoluto durante mi disertación, hasta el punto que se podía haber oído caer un alfiler. La sesión posterior de preguntas y respuestas fue en líneas generales civilizada, aunque varios participantes musulmanes, incluyendo a varias chicas con hiyab, dieron cuenta de su ira y de su desdén. Uno de ellos afirmó: "Usted no es un historiador", y otro dijo algo más delicado sugiriendo que el “profesor, que se precia de ser un historiador serio...". Sin embargo, la gran mayoría de la audiencia fue respetuosa y, en mi opinión, se mostró agradecida (a juzgar por el volumen de los aplausos al final de la conferencia y al final de la sesión de preguntas y respuestas), aunque una pequeña minoría me abucheó y aplaudió con fuerza cuando se plantearon las típicas preguntas antisionistas.

La forma en que abandoné la sala de conferencias fue también notable. El presidente pidió a los asistentes que permanecieran en sus asientos hasta que el grupo saliera del escenario. El equipo de seguridad me condujo hacia un ascensor a través de un pasaje angosto para llegar hasta un sótano lleno de cacharros de cocina y finalmente una salida lateral. Al igual que un presidente estadounidense en un thriller de serie B.

Otro elemento desconcertante sucedido en la sala de conferencias fue el breve discurso introductorio de acogida. El profesor de la LSE fracasó por completo al no señalar el hostigamiento e intimidación previo en la avenida Kingsway (de la que era plenamente consciente) o al menos criticarlo de alguna manera. Mi hipótesis es que algunos de los protagonistas eran estudiantes del propio LSE.

Tuve la sensación de que el presidente demostraba deliberadamente su cautela precisamente por conocer muy bien el mundo en que vivía. Lo que me lleva de regreso a lo sucedido en la avenida Kingsway: una intimidación pública y desenfrenada por parte de ciertos musulmanes sobre aquellas personas que muestran un desacuerdo palpable con sus ideas y actitudes, lo cual evidentemente afecta a la mayoría de los británicos cristianos entre los que viven, los cuales de hecho permanecen intimidados en silencio.

La verdad es que se experimenta verdadero miedo (tal vez se dio un paso más con las reacciones de los musulmanes de todo el mundo a las "caricaturas de Mahoma" y las respuestas sumisas de Occidente ante tales reacciones).

Lo que si parece cierto es que resultó una triste señal de lo que ahora mismo sucede en la histórica madre de las democracias, y algo que puede servirnos de ejemplo sobre lo que está pasando, y que cada vez sucederá más, en la Europa occidental durante las próximas décadas.

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Una cuestión de igualdad - Seth J. Frantzman - JPost



Existe una cierta mentalidad en Israel entre sectores de la izquierda y de aquellos grupos de presión que dirigen organismos de derechos humanos y civiles que considera que cualquier beneficio otorgado a los ex soldados es una forma de discriminación oculta que perjudica a los ciudadanos árabes. Como tal, el proyecto de ley de servicio civil que está siendo considerado por la Knesset, y que proporciona una evidente prioridad a los ex soldados para ciertos puestos de trabajo dentro de la administración pública, ya está siendo duramente atacado. El proyecto de ley establece que cuando hay dos candidatos iguales y uno de ellos ha desempeñado el servicio militar, o bien el servicio nacional civil, él o ella deberán tener preferencia para esa oferta de trabajo.

La Asociación por los Derechos Civiles en Israel (ACRI), uno de los mayores lobbys de los derechos humanos, afirmó que "el proyecto de ley discrimina a las minorías étnicas y a otras personas que están legalmente exentas del servicio militar (por ejemplo, personas religiosas, los ciudadanos árabes de Israel, las personas con discapacidad), y entra en contradicción con la idea de una plena igualdad a la hora del acceso al empleo".

Además, la ACRI sostiene que "el Ministerio de Justicia, la Comisión de Igualdad de Oportunidades, e incluso los asesores jurídicos de la Comisión constitucional de la Knesset, han expresado su oposición a este proyecto de ley".

Avirama Golán escribió en el Haarerz un reciente editorial en el que decía que "los diputados tendrán que examinar en que medida la propuesta atenta contra el derecho constitucional a la igualdad". Golán afirmaba también que las mujeres etíopes y haredíes, especialmente, serían objeto de discriminación.

Es interesante observar como estas voces consideran que se fomenta la desigual cuando se dan beneficios a aquellas personas que han servido a su país en el ejército, pero a la vez consideran que fomenta la igualdad el hecho de que sólo algunos de los ciudadanos israelíes sirvan en el servicio militar.

¿Por qué el derecho a la igualdad en Israel se desvanece para esos hombres drusos y para esas personas judías, hombres y mujeres que no son haredíes, cuando alcanzan la edad de 18 años, y de repente vuelve a reaparecer cuando alcanzan los 22 años (es decir, cuando han terminado el servicio militar o civil)?

Mientras esta población de drusos y judíos son reclutados para el ejército, sus compañeros que no sirven en el ejercito pueden ir a la universidad, o bien conseguir un trabajo, o bien aprender unas habilidades que les vuelvan más capacitados para acceder a un empleo. Este hecho sí que constituye una violación del derecho a la "igualdad de acceso al empleo".

Cada vez que alguien condena una ley que otorga beneficios a aquellos que realizan el servicio militar o el servicio nacional civil, están admitiendo implícitamente la desigualdad.

Otra táctica que utilizan estas organizaciones de derechos humanos es aferrarse a la afirmación de que los judíos etíopes están siendo discriminados. La razón de que grupos como ACRI mencionen a los judíos etíopes es porque saben que la mayoría de la opinión pública israelí no tiene mucha simpatía por los sectores árabes o haredíes. Pero están mal informados, o bien tratan de engañarnos cuando introducen a los judíos etíopes para disfrazar sus intereses (la preocupación básica de ACRI, como la de otros organismos, son los sectores árabes).

Según una fuente anónima y bien informada del gobierno, el 52% de las mujeres judías etíopes van al ejército, y muchas de las que no van eligen el servicio nacional civil como una alternativa (las mujeres judías etíopes representan al 6% de las mujeres cumpliendo el servicio nacional civil, mientras que ellas sólo representan al 2% de la población femenina judía).

Dado que el proyecto de ley trata al servicio nacional civil y al servicio militar de la misma manera, las mujeres judías etíopes también reciben sus beneficios. Además, existe ya la acción afirmativa dentro de la administración pública, lo que significa que en lugar de ser perjudicadas se beneficiarán aún más.

Pero hay una realidad oculta dentro de esta oposición a este proyecto de ley. Hay muy pocos árabes dentro de la administración pública. A pesar de las campañas de reclutamiento, muy pocos se involucran, tal vez porque la paga sea baja y porque se sienten incómodos trabajando para el gobierno israelí.

De acuerdo con la Administración Pública, árabes y drusos constituyen únicamente alrededor del 7% (4.200 empleados) del sector de la administración pública, y la mayoría son empleados en trabajos que tienen que ver con la comunidad árabe.

¿Es lógico pensar que el otorgamiento de ventajas a los veteranos judíos (del servicio militar o civil) ponga en peligro este 7% de la administración pública? Al contrario, son los veteranos drusos los que compiten por estos puestos de trabajo, ya que ellos si están ligados sobre todo con la comunidad árabe y además han entregado tres años de su vida al país mientras sus compañeros árabes trabajaron o fueron a la universidad, por lo que es obvio que necesitan más alicientes para igualarles en oportunidades. Es precisamente por esta razón que el diputado druso Hamad Amar es uno de los principales partidarios del proyecto de ley.

Tal vez sea ese 93% de puestos de trabajo dentro la administración pública, y que están en manos de judíos, los que deberíamos estar evaluando. El número de judíos laicos que proyectan evadirse del servicio militar (y civil) es el mismo que el de judíos haredíes que no sirven en el ejército. En el 2009, el departamento de recursos humanos del IDF reveló que sólo el 74,6% de los hombres judíos y el 56% de las mujeres judías se alistaron. Muchas mujeres laicas fingen ser "religiosas" para evitar así el servicio militar y el servicio nacional civil. Son precisamente estos judíos que evaden el servicio militar y civil los que recibirán un acceso privilegiado a los puestos de trabajo dentro de la administración pública. Haciendo caso omiso del servicio militar, y al mismo tiempo evitando servir a sus hermanos, aprenden durante ese tiempo unas habilidades que les hacen más cualificados para los puestos de trabajo en la administración pública.

Las mujeres ultraortodoxas judías, las cuales supuestamente son objeto de discriminación en el proyecto de ley, también pueden elegir prestar el servicio nacional civil, al igual que los árabes, pero la mayoría de ambos grupos no lo hace.

¿Igualdad? Si queremos verdadera igualdad es necesario “nivelar el campo de juego” para aquellos que sacrifican tres años de su vida por este país. Tenemos que ponerles o bien en la parte delantera de la salida, o por lo menos en una posición de igualdad, empezando con aquellos que eligen no servir a su país y a sus ciudadanos.

Tal como están las cosas actualmente, "estamos poniendo el peso en una igualdad falsa que premia a aquellos que evitan la igualdad cuando se la exige el país, y luego pasan a reivindicarla cuando el país ya no los necesita".

Los judíos etíopes y los árabes no son perjudicados por este proyecto de ley: debido a la acción afirmativa, y en el caso de los etíopes por su excelente hoja de servicios (el 88% de los judíos etíopes se alistan en el ejército), están siendo cada vez más reclutados para el servicio nacional civil. Mientras tanto, un 34% de los judíos de Israel encuentran una manera de evitar tanto al ejército como al servicio nacional civil, y son ellos los que menos privilegios se merecen a la hora de trabajar en la administración pública.

La Knesset no debe permitir que una distorsión de la verdad siga perjudicando a aquellos que, con pocas opciones para elegir, dan prioridad a servir a su país.

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Tuesday, June 21, 2011

Persecución y prosperidad – Seth J. Frantzman – JPost



En su libro “La casa de Ismael”, Martin Gilbert proporciona un buen correctivo a todos aquellos que han derramado mucha tinta a la hora de fabricar la historia, negando así la verdad, de una supuesta buena convivencia entre judíos y musulmanes bajo el dominio musulmán. De origen británico, Gilbert, un biógrafo de Winston Churchill y un prolífico escritor de obras sobre los judíos y el Holocausto, sólo en raras ocasiones ha dirigido su objetivo hacia esos judíos que vivían bajo el dominio del Islam.

El tema, por lo general, ya fue tratado por orientalistas judíos que en la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del siglo XX escribieron sobre la “maravillosa tolerancia” mostrada por el Islam hacia los judíos que vivían en su seno, y ello en contraste con el trato brutal que se les infligía en Rusia y Europa.

Desde la década de 1980, esa interpretación fue retomada por apologistas e islamófilos occidentales ubicados en los departamentos de estudios sobre el Oriente Medio, quienes fabricaron una supuesta "edad de oro" de la vida judía bajo el Islam, y en donde se decía que la convivencia había sido la norma.

La verdad, aunque Gilbert no lo diga exactamente así, es que la vida judía bajo el Islam se parecía bastante a la vida de los afroamericanos en el sur de los EEUU antes de la llegada de los derechos civiles: una minoría tolerada, pero políticamente discriminada, a menudo oprimida, de vez en cuando linchada y por regla general humillada y odiada por sus vecinos. Las raíces de la discriminación radican en la propia relación del Corán y Mahoma con los judíos de Arabia. Mahoma y sus primeros seguidores sacrificaron a las tribus judías y forzaron como esclavas a las mujeres judías casadas.

Los sucesores de Mahoma, sobre todo el califa Omar (que reinó desde 634 hasta 644) y el califa omeya Omar Abd al-Azziz (717 a 720), codificaron el tratamiento reservado a los judíos de modo que se convirtieron en dhimmis, un grupo o una población "protegida", a la que se le permitía vivir y residir siempre y cuando pagara un impuesto especial, no construyera nuevas sinagogas, no montara a caballo, no empleara a musulmanes y llevara una ropa especial que les marcara ante los demás como judíos. Tampoco podían ser testigos ante un tribunal o llevar armas. Cuando fallecían, a menos que sus herederos demostraran lo contrario, su propiedad pasaría a manos de los musulmanes. Los varones judíos no podían casarse con mujeres musulmanas, pero a los varones musulmanes se les animaba a desposar mujeres judías (y el hecho consecuente, su conversión al Islam).

Esta "protección" ha sido trágicamente elogiada por bastantes académicos occidentales como un "modelo de convivencia". Estas rigurosas disposiciones llegaron a ser aún más duras con ciertos gobernantes, y de ellas raramente se puede extraer la idea de que fueran unas leyes promulgadas para mejorar la vida de los judíos. Como Gilbert afirma en su libro, en algunos lugares se consideró aparentemente legal robar a los judíos, ya que el rabino Ben Hai Sherira se quejaba de que sólo en algunas ciudades a dicho robo se le consideraba ilegal. El sultán almohade Abu Yaqub forzó a los judíos a llevar "una larga túnica azul con unas mangas absurdamente largas y anchas que les llegaban hasta los pies". Casi al mismo tiempo, los judíos en el Norte de África ni siquiera podían criar a sus propios hijos, los cuales a veces eran entregados por la fuerza a manos de los musulmanes locales. No es de extrañar que la comunidad judía, que había sido bastante grande en época de Roma y durante la conquista árabe, casi se extinguiera, hasta que fue revivida por la llegada de refugiados procedentes de España después de 1492.

Los judíos tuvieron prohibido en ocasiones llegar a ser funcionarios públicos, como fue el caso de una ley emitida en 1290 por los mamelucos en Egipto. Las sinagogas más grandes, como la de Alepo, fueron convertidas en mezquitas. Los judíos conversos al Islam, y parece que hubo muchos entre los siglos XIV al XVI, sufrieron de discriminaciones similares a las de sus hermanos marranos en España. El khan de Bujara instituyó un insulto añadido al impuesto fiscal, la jizya, y así cuando éste impuesto era abonado cada judío recibía adicionalmente una bofetada en la cara.

En Yemen se les prohibió la construcción de casas más altas que las de los musulmanes, además de ser obligados a vivir fuera de la ciudad. Los chiítas en Irán, después de 1502, consideraron que eran "impuros", y los viajeros cristianos que sin duda estaban bastante acostumbrados al odio contra los judíos en sus propias naciones, se vieron sorprendidos por el "gran odio" de los persas hacia los judíos.

Los otomanos son vistos por muchos como una especie de salvadores de los judíos ante todas estas privaciones. Cuando reinaba el caos o estaban en el poder unos gobernantes musulmanes particularmente devotos en el norte de África, Yemen o Persia, los judíos pagaban las consecuencias. El Imperio Otomano, desde sus inicios en el siglo XIV hasta su final en el siglo XX, sí demostró ser especialmente tolerante. Los judíos desde Bagdad a Sanaa (Yemen) y Libia vitorearon la llegada de los otomanos y temieron su retirada, al igual que una vez aprobaron la llegada de los zoroastrianos y musulmanes persas a Jerusalén en el siglo VII. Pero incluso ese auge, que parece rivalizar con la "edad de oro" de la España del siglo XII, estuvo marcado por problemas. En Salónica, a la que otros autores han tratado de pintar como una ciudad modelo de convivencia, los judíos fueron sometidos a menudo a "falsas reclamaciones de supuestas deudas".

Maimónides, el gran filósofo judío y una persona que siempre es seleccionada como “ejemplo de esa unión entre musulmanes y judíos" (llegó a ser el médico de Saladino), escribió de los musulmanes que "ninguna nación ha hecho más daño a Israel, ninguna la ha igualado a la hora de degradarnos y humillarnos”. El propio Maimónides fue expulsado (debió huir) de España por los musulmanes.

Más de la mitad de la crónica de Gilbert se concentra en el período posterior a 1900, e incluye un gran número de detalles relativos a cada comunidad y a su destino hasta el presente. Un corto tramo al final examina las actuales comunidades judías en lugares como Yemen, Turquía, Túnez y Marruecos.

Gilbert no se ocupa de las cuestiones historiográficas, como las manipulaciones de esas tesis que elogian esa "coexistencia", probablemente quizás para mejor, porque su libro muy posiblemente hubiera sido etiquetado como “parcial”. En su análisis final, Gilbert ha hecho lo que mejor sabe hacer, crear una obra de referencia que seguirá siendo un modelo en los próximos años.

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